viernes, 6 de febrero de 2009

Expulsaba a los demonios


Domingo V T. Ordinario. Ciclo B
Jb 7, 1-4.6-7; Sal 146, 1-6; 1Co 9, 16-19.22-23; Mc 1, 29-39



A veces pensamos o podemos creer que Jesús sólo hizo cosas “extraordinarias” en su vida y no nos damos cuenta que supo llevar a cabo su vida, sobre todo, en lo ordinario de cada día.

Y precisamente para darnos a entender que es en el día a día donde se forja nuestra personalidad, donde vamos calibrando nuestra fidelidad, nuestra constancia y nuestra lucha por un mundo mejor.

Hoy el Evangelio nos presenta una jornada “Ordinaria” de Jesús: una jornada en la que no falta nada: oración, anuncio de la Buena Noticia, atención al sufrimiento humano, descanso para comer y recobrar fuerzas, alegr ía de estar rodeado de gente querida para Él, darse y dejarse servir y un último momento del día para dar gracias y renovar la confianza en Dios, su acompañante durante la larga jornada. En ese vivir “Ordinario” y cotidiano de Jesús Dios estaba realizando la salvación.

También en nuestras jornadas “ordinarias” Dios teje el camino de nuestra santidad. Un día en el que tenemos la oportunidad de realizarnos como persona: Oración, sabiéndose necesitados de Dios; el trabajo, la oficina, la escuela, los compañeros, los vecinos, la familia… todos son lugares para que, como Jesús, anunciemos con nuestro testimonio en lo que creemos.

No hacen falta grandes discursos, ni grandes milagros, basta con poner ilusión en el trabajo, cariño al preparar las cosas, respeto en el trato, esfuerzo en aprender cosas nuevas, interés por los problemas de los demás, austeridad en nuestros gastos y generosidad en nuestra entrega. De esta manera descubriendo en lo cotidiano la presencia invisible, pero cercana de Dios sentiremos el impulso a dar lo mejor de nosotros mismos. Vivamos cada día con ilusión sabiendo que Dios cuenta con lo ordinario de nuestra vida para hacer cosas extraordinarias a nuestro alrededor.

Una escena sorprendente que choca con lo que haríamos nosotros. Cuando las cosas nos van bien no queremos que terminen nunca. Y nos vamos a otra parte cuando las cosas nos van mal. Jesús puede huir del éxito, pero nunca de los problemas. Hoy se nos invita a no tener miedo a las dificultades. No tengamos miedo a identificarnos con Cristo en las dificultades.

Que Dios pueda contar siempre con nuestra amistad y nuestra fidelidad, especialmente en los momentos difíciles.

¡Feliz domingo con Jesús!

Damián Ramírez Lozano, sacerdote

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