jueves, 26 de febrero de 2009

Cuaresma 2009: sentido cristiano del ayuno




Un año más la Cuaresma nos anuncia la proximidad de la Pascua, la fiesta mayor de los cristianos. La Cuaresma es preparación para la Pascua, por lo tanto no puede ser triste ni ha de evocarnos solamente sacrificios y penitencias. ¡Faltan 40 días -nos dice la Iglesia- para celebrar el misterio pascual! Hay que prepararse a fondo. Y prepararse para celebrar la Pascua es tanto como ir dejando a un lado el ‘hombre viejo’ e irnos revistiendo del ‘hombre nuevo’. Es la imagen que utiliza S. Pablo. El hombre nuevo por antonomasia es Cristo, nosotros empezamos a configurarnos con El, el día de nuestro bautismo y cada Pascua tratamos de dar un paso adelante. La oración, la limosna y el ayuno que la Iglesia nos recomienda han de ir enfocadas hacia esa meta.

Antes de hablar del ayuno sobre el que incide el Papa en su mensaje cuaresmal de este año subrayemos que estas prácticas cuaresmales han de ir siempre juntas. "Estas tres cosas, oración, ayuno y misericordia, son una sola cosa, y se vitalizan recíprocamente. El ayuno es el alma de la oración y la misericordia la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. El que tiene solamente una y no tiene las tres juntas, no tiene nada. Por eso quien ora, ayune. Quien ayuna, tenga misericordia [...] Que el que ayuna entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiera que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que responda quien desea que Dios le responda a él. Es un indigno suplicante quien pide para sí lo que niega a otro [...] El ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza: lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno" (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermón 43: PL.52, 320, 322).


1. ¿Tiene sentido ayunar hoy?

En nuestros días, parece que ayunar carece de sentido. ¿Por qué privarse algunos días en Cuaresma de tomar unos alimentos que se pueden comer el resto del año? Se ayuna, en todo caso, por motivos terapéuticos o estéticos…, se hacen huelgas de hambre para protestar por algo serio. Pero ¿por una motivación espiritual?

Está claro que ayunar libremente es bueno para el bienestar físico. Pero los cristianos no ayunamos para cuidar la figura corporal. Hay que colocar el ayuno –como recordaba Pablo VI- en el contexto de la llamada a todo cristiano a no "vivir para sí mismo, sino para aquél que le amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos".


2. Sentido cristiano del ayuno

Ayunar, especialmente como preparación para la fiesta de Pascua, puede ayudarnos a caminar con alegría al encuentro con Dios y con los hombres, nuestros hermanos.

* Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Los cristianos estamos convencidos de que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios” (Mt 4,4). San Agustín escribía muy bellamente que él ayunaba para ser “agradable a sus ojos [de Dios], para gustar su dulzura" (Sermón 400, 3, 3: PL 40, 708). Ayunar es un medio estupendo para recuperar la amistad con Dios. Así lo entendieron los habitantes de Nínive que aceptaron el llamamiento de Jonás y proclamaron un ayuno diciendo: "A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos" (3,9).

* El verdadero ayuno, enseña Jesús, no consiste sobre todo en prácticas externas para ser vistos por los hombres, sino en cumplir la voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará" (Mt 6,18). El verdadero ayuno tiene como finalidad comer el "alimento verdadero", que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34).

* El ayuno que el hombre necesita de verdad es el que le abre a la austeridad y a la solidaridad. El hombre que se ha saciado por completo, se vuelve ciego y sordo a las necesidades de sus hermanos. No se ve más que a sí mismo. El verdadero ayuno libera del propio yo, conduce a Dios y hace disponibles para los hermanos. San Juan nos pone en guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. El Santo Padre anima a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante esta Cuaresma el ayuno personal y comunitario, e invita a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se haya recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18).


3. Nuevas formas de ayuno hoy


Hay que pensar en lo que pudiéramos llamar actualización del ayuno:


-- evitar un consumo de alimentos acompañado de un intolerable despilfarro de recursos.

-- superar el uso excesivo de bebidas alcohólicas y de tabaco.

-- vencer la tentación de llenarnos de cosas superfluas, siguiendo ciegamente la moda y los reclamos publicitarios.

-- controlar los gastos, muchas veces desorbitados, en fiestas populares, familiares e incluso religiosas.

-- privarnos de diversiones que no significan verdadero descanso y resultan, por otra parte, muy caras.

-- usar moderadamente la televisión, el ordenador, el mp3, etc... pues roban tiempo al diálogo familiar y pueden crear adicciones.


4. Una práctica recomendada


La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 13,3; 14,22; 2Co 6,5). Los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno para abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. No se trata de ayunar por ayunar. Ni para demostrar orgullosamente que dominamos nuestro cuerpo. Recordemos las recomendaciones de San Pedro Crisólogo.

“El Abba Antonio decía: Un día en el que estaba yo sentado junto al Abba Arfat, hizo acto de presencia una virgen y dijo: “Padre, he ayunado por espacio de doscientas semanas, comiendo solamente cada seis días, he aprendido el Antiguo y el Nuevo Testamento ¿qué me queda por hacer? Le respondió el anciano: ¿Es para ti el menosprecio igual que el honor? No, respondió. ¿La pérdida como la ganancia, los extraños como los parientes, la indigencia como la abundancia? No, respondió. El anciano concluyó: “Tú, ni has ayunado doscientas semanas, ni has aprendido el Antiguo Testamento, te estás engañando a ti misma”

Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma. Que nos acompañe la Virgen María, ‘Causa de nuestra alegría’, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en "tabernáculo viviente de Dios".

23 de febrero de 2009

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