viernes, 25 de julio de 2008

Foto de Grupo das Confirmacións 2008

Pedroso, Lamas, Santa Mariña e San Sadurniño uníronse tamén para confirmar a fe dos seus xoves. Foi o 20 de Xuño deste ano, acompañounos o Bispo da Diócese. Aquí vos achegamos hoxe unha foto do grupo cos catequistas.

Santiago de Silvalonga - Peregrinaxe



A celebración das parroquias neste día congregouse na Capela de Santiago de Silvalonga, ata a que peregrinamos camiñando 25 persoas dende a Parroquial de San Sadurniño. Esta foi a primeira camiñata parroquial. Saíuse ás 12:00 horas e ás 13:00 tivemos a Celebración da Eucaristía na Capela de Silvalonga cunha afluencia superior ás cen persoas. Rematada a Eucaristía tivemos a procesión do Apóstol, entrega dun pergamino ós camiñantes e finalmente un xantar compartido nos exteriores da Ermida. O vindeiro ano repetiremos a experiencia.

2 de Xullo Concerto de Piano de Nuria Díaz Mera




Durante as festas de Santa Isabel o Concello organizou na Igrexa Parroquial varios concertos co gallo do 500 aniversario do Convento do Rosario. O primeiro deles correu a cargo da pianista Nuria Díaz Mera. A ela lle agradecemos hoxe as seguintes fotografías que nos fixo chegar, así coma os sons cos que lle deu vida á Igrexa do Rosario.

martes, 22 de julio de 2008

Cultura firma un convenio para restaurar los castillos de Narahío y Santa Cruz


Las dos actuaciones suponen una inversión total de 721.140 euros.

La conselleira de Cultura, Ánxela Bugallo, y la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, firmaron hoy en Madrid dos convenios de colaboración para continuar con las obras de rehabilitación en los castillos de Narahío, en el municipio de San Sadurniño, y de Santa Cruz, en Oleiros.

Las dos actuaciones suponen una inversión total de 721.140 euros, de los que la Consellería aporta 180.276 euros, además de encargarse de la contratación y la dirección de las obras, y el Ministerio financia el 75% de cada una de estas intervenciones.

Las intervenciones que se van a ejecutar cuentan con sendos proyectos de la Dirección Xeral de Patrimonio de la Consellería de Cultura. Una vez firmados los convenios, la Consellería procederá a adjudicar las actuaciones en los próximos meses.

En el castillo medieval de Narahío, datado en el siglo XII, se consolidará la fortaleza y se pondrán en marcha los trabajos de limpieza, restauración y consolidación de los muros.

Con este nuevo convenio se procederá a recoger las piezas del muro defensivo que se encuentran dispersas por el terreno que guarda la fortaleza, así como en el cercano río Castro, para reponerlas y estabilizarlas dentro de los muros perimetrales a los que pertenecieron.

La intervención en esta fortaleza, de propiedad municipal, tiene asignado un presupuesto de 303.276 euros del que el Ministerio aporta el 75% (227.457 euros) y la Consellería el 25% restante (75.819 euros). Las obras suponen la continuación de las que ya realizó la Consellería de Cultura en 2007.

En el castillo de Santa Cruz se va a realizar una actuación que continuará con los trabajos ya iniciados por la Consellería de Cultura, que financia el 25% de las obras, con 104.466 euros, mientras el Ministerio de Fomento aporta el 75% del presupuesto, los 313.398 euros restantes hasta llegar a los 417.864 que conforman la partida total.

Las obras se centran en la estabilización de la estructura de la fortaleza. La actuación servirá para solucionar problemas estructurales en parte de la muralla exterior que amenazan su estabilidad. También se realizarán obras de acondicionamiento del entorno.

El castillo de Santa Cruz está situado en un islote de la ría de A Coruña. Fue construido en el siglo XVI por el general Diego das Mariñas con carácter defensivo. Posteriormente perteneció a la familia de Emilia Pardo Bazán, y en la actualidad es propiedad municipal y alberga el Centro de Extensión Universitaria y Divulgación Ambiental de Galicia. Cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural.

lunes, 21 de julio de 2008

XMX: MADRID 2011

El Papa Benedicto XVI anunció ayer a las 4 y 15 de la madrugada, al concluir la Eucaristía de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud de Sidney, que Madrid será la próxima sede de este evento en el año 2011. De este modo, la JMJ llegará a España 22 años después de la que se celebró en Santiago de Compostela, en 1989, presidida por Papa Juan Pablo II.
"Ha llegado el momento para deciros adiós, o mejor dicho arrivederci. Aquí en Sidney espero con ansia veros de nuevo dentro de tres años. La ciudad que acogerá la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 será en Madrid", dijo el Pontífice.
Por su parte, el cardenal Rouco Varela, en declaraciones a Popular TV recogidas por Europa Press, señaló que este evento será de "un valor excepcional valor para la Iglesia en España". Asimismo, dijo que acogió la noticia con "gozo, gratitud y mucha alegría".
Las Jornadas Mundiales de la Juventud nacieron en 1984 por iniciativa del Papa Juan Pablo II. La primera tuvo lugar en Roma el domingo de Ramos del citado año.
Ante el éxito de la convocatoria y ante la urgencia eclesial de la Pastoral de Juventud, Juan Pablo II las instituyó con carácter permanente, fijando que, en un principio, se celebraría un año en Roma y al año siguiente en una ciudad del mundo, cada vez distinta, e intentando alternar entre Europa y otro continente. También determinó que la Jornada Mundial de la Juventud en Roma coincida, en la medida de lo posible, con el Domingo de Ramos. No se fijó, sin embargo, una fecha para su celebración en otros lugares del mundo.
Hasta ahora se han celebrado 23 Jornadas Mundiales de la Juventud, todas ellas presididas por el Papa. El actual Pontífice, Benedicto XVI tomó el relevo en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Colonia (Alemania) del 16 al 21 de agosto de 2005.
Santiago de Compostela, la única sede española
Hasta el momento, Santiago de Compostela es la única ciudad española que ha sido elegida como sede de la Jornada Mundial de la Juventud. Fue en 1989 y alrededor de 500.000 jóvenes abarrotaron el Monte del Gozo en torno a Juan Pablo II.
Otras ciudades que han acogido esta celebración han sido Colonia (Alemania), en 2005; Toronto (Canadá), en 2002; París (Francia), en 1997; Manila (Filipinas), en 1995; Denver (USA), en 1993; Czestokowa (Polonia), en 1991; y Buenos Aires (Argentina), en 1987.
La Jornada Mundial de la Juventud es un evento para jóvenes organizado por la Iglesia Católica y puesto en marcha por Juan Pablo II. Anualmente se celebra en cada diócesis; sin embargo, cada dos o tres años se organiza un evento internacional en una ciudad importante.
Esta celebración se prolonga durante una semana e incluye encuentros religiosos, culturales y festivos, y concluye con una Eucaristía presidida por el Pontífice. La última, en 2005, se celebró en Colonia. Suelen asistir cientos de miles de jóvenes de todo el mundo.

jueves, 17 de julio de 2008

XORNADA MUNDIAL DA MOCIDADE 2008


CEREMONIA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Muelle Barangaroo, Sydney
Jueves 17
de julio de 2008

Queridos jóvenes:

Es una alegría poderos saludar aquí, en Barangaroo, a orillas de la magnífica bahía de Sydney, con el famoso puente y la Opera House. Muchos sois de este País, del interior o de las dinámicas comunidades multiculturales de las ciudades australianas. Otros venís de las islas esparcidas por Oceanía, y otros de Asia, del Oriente Medio, de África y de América.

En realidad, bastantes de vosotros viene de tan lejos como yo, de Europa. Cualquiera que sea el País del que venimos, por fin estamos aquí, en Sydney. Y estamos juntos en este mundo nuestro como familia de Dios, como discípulos de Cristo, alentados por su Espíritu para ser testigos de su amor y su verdad ante los demás.

Deseo agradecer a los Ancianos de los Aborígenes que me han dado la bienvenida antes de subir al barco en la Rose Bay. Estoy muy emocionado al encontrarme en vuestra tierra, conociendo los sufrimientos y las injusticias que ha padecido, pero consciente también de la reparación y de la esperanza que se están produciendo ahora, de lo cual pueden estar orgullosos todos los ciudadanos australianos. A los jóvenes indígenas –aborígenes y habitantes de las Islas del Estrecho de Torres– y Tokelauani les doy las gracias por la conmovedora bienvenida. A través de vosotros envío un cordial saludo a vuestros pueblos.

Señor Cardenal Pell, señor Arzobispo Mons. Wilson: os doy las gracias por vuestras calurosas expresiones de bienvenida. Sé que vuestros sentimientos resuenan también en el corazón de los jóvenes reunidos aquí esta tarde y, por tanto, doy las gracias a todos. Veo ante mí una imagen vibrante de la Iglesia universal. La variedad de Naciones y culturas de las que provenís demuestra que verdaderamente la Buena Nueva de Cristo es para todos y cada uno; ella ha llegado a los confines de la tierra. Sin embargo, también sé que muchos de vosotros estáis aún en busca de una patria espiritual. Algunos, siempre bienvenidos entre nosotros, no sois católicos o cristianos. Otros, tal vez, os movéis en los aledaños de la vida de la parroquia y de la Iglesia. A vosotros deseo ofrecer mi llamamiento: acercaos al abrazo amoroso de Cristo; reconoced a la Iglesia como vuestra casa. Nadie está obligado a quedarse fuera, puesto que desde el día de Pentecostés la Iglesia es una y universal.

Esta tarde deseo incluir también a los que no están aquí presentes. Pienso especialmente en los enfermos o los minusválidos psíquicos, a los jóvenes en prisión, a los que están marginados por nuestra sociedad y a los que por cualquier razón se sienten ajenos a la Iglesia. A ellos les digo: Jesús está cerca de ti. Siente su abrazo que cura, su compasión, su misericordia.

Hace casi dos mil años, los Apóstoles, reunidos en la sala superior de la casa, junto con María (cf. Hch 1,14) y algunas fieles mujeres, fueron llenos del Espíritu Santo (cf. Hch 2,4). En aquel momento extraordinario, que señaló el nacimiento de la Iglesia, la confusión y el miedo que habían agarrotado a los discípulos de Cristo, se transformaron en una vigorosa convicción y en la toma de conciencia de un objetivo. Se sintieron impulsados a hablar de su encuentro con Jesús resucitado, que ahora llamaban afectuosamente el Señor. Los Apóstoles eran en muchos aspectos personas ordinarias. Nadie podía decir de sí mismo que era el discípulo perfecto. No habían sido capaces de reconocer a Cristo (cf. Lc 24,13-32), tuvieron que avergonzarse de su propia ambición (cf. Lc 22,24-27) e incluso renegaron de él (cf. Lc 22,54-62). Sin embargo, cuando estuvieron llenos de Espíritu Santo, fueron traspasados por la verdad del Evangelio de Cristo e impulsados a proclamarlo sin temor. Reconfortados, gritaron: arrepentíos, bautizaos, recibid el Espíritu Santo (cf. Hch 2,37-38). Fundada sobre la enseñanza de los Apóstoles, en la adhesión a ellos, en la fracción del pan y la oración (cf. Hch 2,42), la joven comunidad cristiana dio un paso adelante para oponerse a la perversidad de la cultura que la circundaba (cf. Hch 2,40), para cuidar de sus propios miembros (cf. Hch 2,44-47), defender su fe en Jesús ante en medio hostil (cf. Hch 4,33) y curar a los enfermos (cf. Hch 5,12-16). Y, obedeciendo al mandato de Cristo mismo, partieron dando testimonio del acontecimiento más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la muerte. En su famoso discurso en el areópago, San Pablo presentó su mensaje de esta manera: «Dios da a cada uno todas las cosas, incluida la vida y el respiro, de manera que todos lo pueblos pudieran buscar a Dios, y siguiendo los propios caminos hacia Él, lograran encontrarlo. En efecto, no está lejos de ninguno de nosotros, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos» (cf. Hch 17, 25-28).

Desde entonces, hombres y mujeres se han puesto en camino para proclamar el mismo hecho, testimoniando el amor y la verdad de Cristo, y contribuyendo a la misión de la Iglesia. Hoy recordamos a aquellos pioneros –sacerdotes, religiosas y religiosos– que llegaron a estas costas y a otras zonas del Océano Pacífico, desde Irlanda, Francia, Gran Bretaña y otras partes de Europa. La mayor parte de ellos eran jóvenes –algunos incluso con apenas veinte años– y, cuando saludaron para siempre a sus padres, hermanos, hermanas y amigos, sabían que sería difícil para ellos volver a casa. Sus vidas fueron un testimonio cristiano, sin intereses egoístas. Se convirtieron en humildes pero tenaces constructores de gran parte de la herencia social y espiritual que todavía hoy es portadora de bondad, compasión y orientación a estas Naciones. Y fueron capaces de inspirar a otra generación. Esto nos trae al recuerdo inmediatamente la fe que sostuvo a la beata Mary MacKillop en su neta determinación de educar especialmente los pobres, y al beato Peter To Rot en su firme convicción de que la guía de una comunidad ha de referirse siempre al Evangelio. Pensad también en vuestros abuelos y vuestros padres, vuestros primeros maestros en la fe. También ellos han hecho innumerables sacrificios, de tiempo y energía, movidos por el amor que os tienen. Ellos, con apoyo de los sacerdotes y los enseñantes de vuestra parroquia, tienen la tarea, no siempre fácil pero sumamente gratificante, de guiaros hacia todo lo que es bueno y verdadero, mediante su ejemplo personal y su modo de enseñar y vivir la fe cristiana.

Hoy me toca a mí. Para algunos puede parecer que, viniendo aquí, hemos llegado al fin del mundo. Ciertamente, para los de vuestra edad cualquier viaje en avión es una perspectiva excitante. Pero para mí, este vuelo ha sido en cierta medida motivo de aprensión. Sin embargo, la vista de nuestro planeta desde lo alto ha sido verdaderamente magnífica. El relampagueo del Mediterráneo, la magnificencia del desierto norteafricano, la exuberante selva de Asia, la inmensidad del océano Pacífico, el horizonte sobre el que surge y se pone el sol, el majestuoso esplendor de la belleza natural de Australia, todo eso que he podido disfrutar durante dos días, suscita un profundo sentido de temor reverencial. Es como si uno hojeara rápidamente imágenes de la historia de la creación narrada en el Génesis: la luz y las tinieblas, el sol y la luna, las aguas, la tierra y las criaturas vivientes. Todo eso es «bueno» a los ojos de Dios (cf. Gn 1, 1-2. 2,4). Inmersos en tanta belleza, ¿cómo no hacerse eco de las palabras del Salmista que alaba al Creador: «!Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8,2)?

Pero hay más, algo difícil de ver desde lo alto de los cielos: hombres y mujeres creados nada menos que a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). En el centro de la maravilla de la creación estamos nosotros, vosotros y yo, la familia humana «coronada de gloria y majestad» (cf. Sal 8,6). ¡Qué asombroso! Con el Salmista, susurramos: «Qué es el hombre para que te acuerdes de él?» (cf. Sal 8,5). Nosotros, sumidos en el silencio, en un espíritu de gratitud, en el poder de la santidad, reflexionamos.

Y ¿qué descubrimos? Quizás con reluctancia llegamos a admitir que también hay heridas que marcan la superficie de la tierra: la erosión, la deforestación, el derroche de los recursos minerales y marinos para alimentar un consumismo insaciable. Algunos de vosotros provienen de islas-estado, cuya existencia misma está amenazada por el aumento del nivel de las aguas; otros de naciones que sufren los efectos de sequías desoladoras. La maravillosa creación de Dios es percibida a veces como algo casi hostil por parte de sus custodios, incluso como algo peligroso. ¿Cómo es posible que lo que es «bueno» pueda aparecer amenazador?

Pero hay más aún. ¿Qué decir del hombre, de la cumbre de la creación de Dios? Vemos cada día los logros del ingenio humano. La cualidad y la satisfacción de la vida de la gente crece constantemente de muchas maneras, tanto a causa del progreso de las ciencias médicas y de la aplicación hábil de la tecnología como de la creatividad plasmada en el arte. También entre vosotros hay una disponibilidad atenta para acoger las numerosas oportunidades que se os ofrecen. Algunos de vosotros destacan en los estudios, en el deporte, en la música, la danza o el teatro; otros tienen un agudo sentido de la justicia social y de la ética, y muchos asumen compromisos de servicio y voluntariado. Todos nosotros, jóvenes y ancianos, tenemos momentos en los que la bondad innata de la persona humana –perceptible tal vez en el gesto de un niño pequeño o en la disponibilidad de un adulto para perdonar– nos llena de profunda alegría y gratitud.

Sin embargo, estos momentos no duran mucho. Por eso, hemos de reflexionar algo más. Y así descubrimos que no sólo el entorno natural, sino también el social –el hábitat que nos creamos nosotros mismos– tiene sus cicatrices; heridas que indican que algo no está en su sitio. También en nuestra vida personal y en nuestras comunidades podemos encontrar hostilidades a veces peligrosas; un veneno que amenaza corroer lo que es bueno, modificar lo que somos y desviar el objetivo para el que hemos sido creados. Los ejemplos abundan, como bien sabéis. Entre los más evidentes están el abuso de alcohol y de drogas, la exaltación de la violencia y la degradación sexual, presentados a menudo en la televisión e internet como una diversión. Me pregunto cómo uno que estuviera cara a cara con personas que están sufriendo realmente violencia y explotación sexual podría explicar que estas tragedias, representadas de manera virtual, han de considerarse simplemente como «diversión».

Hay también algo siniestro que brota del hecho de que la libertad y la tolerancia están frecuentemente separadas de la verdad. Esto está fomentado por la idea, hoy muy difundida, de que no hay una verdad absoluta que guíe nuestras vidas. El relativismo, dando en la práctica valor a todo, indiscriminadamente, ha hecho que la «experiencia» sea lo más importante de todo. En realidad, las experiencias, separadas de cualquier consideración sobre lo que es bueno o verdadero, pueden llevar, no a una auténtica libertad, sino a una confusión moral o intelectual, a un debilitamiento de los principios, a la pérdida de la autoestima, e incluso a la desesperación.

Queridos amigos, la vida no está gobernada por el azar, no es casual. Vuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por él y con un objetivo que se le ha dado (cf. Gn 1,28). La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias, por útiles que pudieran ser. Es una búsqueda de lo verdadero, bueno y hermoso. Precisamente para lograr esto hacemos nuestras opciones, ejercemos nuestra libertad y en esto, es decir, en la verdad, el bien y la belleza, encontramos felicidad y alegría. No os dejéis engañar por los que ven en vosotros simplemente consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.

Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo. Sólo él, que es la Verdad, puede ser la Vía y, por tanto, también la Vida. Así, la «vía» que los Apóstoles llevaron hasta los confines de la tierra es la vida en Cristo. Es la vida de la Iglesia. Y el ingreso en esta vida, en el camino cristiano, es el Bautismo.

Por tanto, esta tarde deseo recordar brevemente algo de nuestra comprensión del Bautismo, antes de que mañana consideremos el Espíritu Santo. El día del Bautismo, Dios os ha introducido en su santidad (cf. 2 P 1,4). Habéis sido adoptados como hijos e hijas del Padre y habéis sido incorporados a Cristo. Os habéis convertido en morada de su Espíritu (cf. 1 Co 6,19). El Bautismo no es un logro ni una recompensa: es una gracia, es obra de Dios. Por eso, al final del rito del Bautismo el sacerdote se dirigió a vuestros padres y a los participantes y, llamándoos por vuestro nombre, dijo: «Ya eres nueva criatura» (Ritual del Bautismo, 99).

Queridos amigos, en casa, en la escuela, en la universidad, en los lugares de trabajo y diversión, recordad que sois criaturas nuevas. No estéis ante el Creador solamente llenos de estupor, alegrándoos por sus obras, sino tened presente que el fundamento seguro de la solidaridad humana está en el origen común de cada persona, el culmen del designio creativo de Dios para el mundo. Cómo cristianos, estáis en este mundo sabiendo que Dios tiene un rostro humano, Jesucristo, el «camino» que colma todo anhelo humano y la «vida» de la que estamos llamados a dar testimonio, caminando siempre iluminados por su luz (cf. ibíd., 100).

La tarea del testigo no es fácil. Hoy muchos sostienen que a Dios se le debe “dejar en el banquillo”, y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para obtener limitados objetivos pragmáticos. Esta visión secularizada intenta explicar la vida humana y plasmar la sociedad con pocas o ninguna referencia al Creador. Se presenta como una fuerza neutral, imparcial y respetuosa de cada uno. En realidad, como toda ideología, el laicismo impone una visión global. Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios, y el debate y la política sobre el bien común se harán más a la luz de las consecuencias que de los principios enraizados en la verdad.

Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1990, 5). Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el «bien», empieza a disiparse. Lo que se ha promovido ostentosamente como ingeniosidad humana se ha manifestado bien pronto como locura, avidez y explotación egoísta. Y así nos damos cuenta cada vez más de lo necesaria que es la humildad ante la delicada complejidad del mundo de Dios.

Y ¿que decir de nuestro entorno social? ¿Estamos suficientemente alerta ante los signos de que estamos dando la espalda a la estructura moral con la que Dios ha dotado a la humanidad (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2007, 8)? ¿Sabemos reconocer que la dignidad innata de toda persona se apoya en su identidad más profunda –como imagen del Creador– y que, por tanto, los derechos humanos son universales, basados en la ley natural, y no algo que depende de negociaciones o concesiones, fruto de un simple compromiso? Esto nos lleva reflexionar sobre el lugar que ocupan en nuestra sociedad los pobres, los ancianos, los emigrantes, los que no tienen voz. ¿Cómo es posible que la violencia doméstica atormente a tantas madres y niños? ¿Cómo es posible que el seno materno, el ámbito humano más admirable y sagrado, se haya convertido en lugar de indecible violencia?

Queridos amigos, la creación de Dios es única y es buena. La preocupación por la no violencia, el desarrollo sostenible, la justicia y la paz, el cuidado de nuestro entorno, son de vital importancia para la humanidad. Pero todo esto no se puede comprender prescindiendo de una profunda reflexión sobre la dignidad innata de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, una dignidad otorgada por Dios mismo y, por tanto, inviolable. Nuestro mundo está cansado de la codicia, de la explotación y de la división, del tedio de falsos ídolos y respuestas parciales, y de la pesadumbre de falsas promesas. Nuestro corazón y nuestra mente anhelan una visión de la vida donde reine el amor, donde se compartan los dones, donde se construya la unidad, donde la libertad tenga su propio significado en la verdad, y donde la identidad se encuentre en una comunión respetuosa. Esta es obra del Espíritu Santo. Ésta es la esperanza que ofrece el Evangelio de Jesucristo. Habéis sido recreados en el Bautismo y fortalecidos con los dones del Espíritu en la Confirmación precisamente para dar testimonio de esta realidad. Que sea éste el mensaje que vosotros llevéis al mundo desde Sydney.

sábado, 5 de julio de 2008

Exposición Diario dunha Marquesa e dunha Parroquia

Con motivo das festas parroquiais de Santa Isabel en San Sadurniño, a parroquia expón durante o mes de Xullo unha mostra de fotografía antiga, unha proxección autobiográfica baseada no diario da Marquesa de San Sadurniño e unha mostra de ornamentos litúrxicos parroquiais.

Organizado pola parroquia de San Sadurniño e coa colaboración de fondos documentais do Concello, Persoal da Biblioteca Municipal, e dos Misioneiros Claretiáns do Convento de Baltar.