viernes, 26 de febrero de 2010

Tiempo de calma para preparar lo que pueda venir

Este es el mapa de Meteogalicia para la jornada de mañana sábado.
Momentos de calma, pero en esta tarde se van a trasladar algunos muebles y a cubrir algunos elementos del interior de cara a lo que pueda pasar en el día de mañana. La catequesis y actividades parroquiales han quedado suprimidas en este fin de semana.

Momento de Calma y de preparar lo que pueda pasar mañana

Aunque hoy es día de calma, en la jornada de esta tarde se trasladarán muebles y se organizará el edificio para sobrellevar de la mejor manera lo que metereológicamente se está anunciando para mañana. Recordamos que todas las actividades parroquiales y catequesis quedan suprimidas.

jueves, 25 de febrero de 2010

Protección Civil eleva a alerta roja el aviso por viento, que podrá alcanzar los 150 kms/h


Noticia publicada en Europa Press


La Dirección Xeral de Protección Civil de la Consellería de Presidencia avisó de que el episodio de meteorología adversa por viento en tierra alcanzará esta noche valores de nivel de alerta roja por ráfagas que podrán alcanzar los 150 kilómetros por hora.
Así, el viento podrá alcanzar rachas de 150 kilómetros por hora, especialmente en el noroeste y oeste de la provincia de A Coruña y en las comarcas de A Mariña lucense, así como en los lugares de montaña de la provincia.
En el resto de la comunidad se mantiene el nivel de alerta naranja con ráfagas de hasta 120 kilómetros por hora y la alerta amarilla por precipitaciones, que llegarán a acumular 15 litros por metro cuadrado en una hora en las cuatro provincias.
Protección Civil indicó que también se prevé un empeoramiento de la situación meteorológica adversa en el mar --nivel rojo--, donde las olas llegarán a los ocho metros de altura y el viento, de componente suroeste, rolando a oeste, será de Fuerza 10 en las aguas costeras de Galicia. El mar de viento dará lugar a áreas de temporal duro.

SUSPENDIDA LA CATEQUESIS Y ACTIVIDADES PARROQUIALES ESTE FIN DE SEMANA


Aviso que se ha hecho extensivo a través de los catequistas y los colegios. Rogamos a padres y familiares de los más pequeños que se queden en casa. Por el temporal que se prevee para este fin de semana la parroquia ha acordado en esta mañana la suspensión de la catequesis.

De momento el edificio aguanta, pero...


En estos momentos el temporal está aumentando.


De momento el tejado del edificio del Convento del Rosario de San Sadurniño está resistiendo los fuertes vientos que se están sufriendo desde la pasada madrugada, pero la velocidad del viento es la límite para que el tejado resista. De aumentar algo el temporal o tener mayor continuidad en las ráfagas, la situación sufrida por el Klaus podría repetirse.

martes, 23 de febrero de 2010

Censura Teológica. Pobreza de unos tiempos donde la teología se hace esclava de Talibanes

Retiran del mercado el 'Jesús' de Pagola avalado por el obispo emérito
Monseñor Uriarte: «Es una obra honesta y documentada»
El teólogo ha vendido 60.000 ejemplares de la obra, perseguida por el ala conservadora
La editorial PPC ha pedido a las librerías diocesanas y religiosas de España que devuelvan los ejemplares de la novena edición del libro 'Jesús. Aproximación histórica», del teólogo guipuzcoano José Antonio Pagola, perseguida desde hace casi tres años por los sectores más conservadores de la Iglesia.
Muchos teólogos y autores han dejado de escribir y de publicar en nuestra Iglesia por este tipo de persecuciones y ante esto, nos encontramos con librerías llenas de bazofia, de reediciones de clásicos y con un marcado parón en el panorama teológico y exegético. El problema reside en la forma de mirar una obra que no ha nacido para desconfianzas, sospechas, ... sino para aportar algo al panorama científico y de estudio más técnico que tiene determinados marcos contextuales y formativos para ser comprendida. El profesor Santiago Guijarro escribía lo siguiente sobre esta obra, que me parece ayuda a ubicarla muy adecuadamente en su contexto y a saber de qué tipo de libro se trata:



Santiago Guijarro:
Una lectura académica del libro de Pagola

Omito la descripción del libro y el contenido de sus quince capítulos, que supongo conocidos, y
me centro en la valoración del mismo. Comienzo con dos observaciones que, en mi opinión, hay
La primera se refiere a su naturaleza. No se trata de una cristología, sino de una
aproximación histórica, como se dice en el título
. Su objetivo es recoger las mejores aportaciones
de la investigación histórica reciente sobre Jesús, no elaborar una reflexión completa sobre él
.
La cristología y la investigación histórica sobre Jesús tienen como referencia básica los
evangelios, pero se acercan a ellos con preguntas e intereses diferentes. El elemento catalizador
de la cristología son los dogmas formulados dos siglos después. El de la investigación histórica,
la preocupación por recuperar los hechos sucedidos unos decenios antes de la redacción de los
evangelios. El autor dice claramente dónde se sitúa cuando describe su objetivo con estas
palabras: “en este trabajo he buscado aproximarme a la figura histórica de Jesús estudiando,
evaluando y recogiendo las importantes aportaciones de quienes están hoy dedicados de manera
más intensa a la investigación de su persona” (p. 6).
Esto es, de hecho, lo que el lector encuentra

Santiago Guijarro Oporto (artículo completo en:

http://www.escolapia.cat/stcalas/textos/article-santiago-guijarro-critica.pdf

Un responsable de Cáritas y un ingeniero químico, secuestrados en Haití

Publicado en www.elmundo.es

Piden 50.000 dólares por su liberación
Uno de los secuestrados ha sido torturado y del otro no se sabe nada
La policía investiga posibles pistas para dar con los autores del rapto
Ante el breve plazo para el pago, una maratón intenta recaudar fondos
Efe Dajabón (R.Dominicana)
Actualizado martes 23/02/2010 09:55 horas

El Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes y la ONG Solidaridad Fronteriza en la provincia dominicana de Dajabón (noroeste) han denunciado el secuestro en Haití de un responsable local de la institución católica Cáritas y de un ingeniero químico.
Según las organizaciones, el rapto se produjo el pasado sábado en Ouanaminthe (Haití), cerca de la frontera dominicana, y los autores del hecho exigen un rescate de 50.000 dólares por cada uno de los secuestrados.
Amenazan con matarles
Las entidades expresaron que la vida de Dieudonné Desormes, encargado de Caritas en la ciudad de Fort Liberté (norte de Haití), y del químico Nene Poisson corre peligro, porque los raptores afirman que están decididos a matar a los cautivos si no reciben el dinero que exigen.
"Si dentro del día de hoy, no nos consiguen los 50.000 dólares por cada uno, despídanse de ellos", fue la amenaza emitida por los secuestradores a familiares y amigos de los dos cautivos, según las instituciones denunciantes.
Agegaron que Dieudonné Desormes ha sido torturado, por lo que temen por su estado de salud, mientras que de Poisson no se ha sabido nada desde que fue secuestrado.
Conforme a las organizaciones, los dos secuestrados son personas muy queridas porque ayudan a las personas necesitadas de Haití y tras el seísmo ocurrido en Puerto Príncipe el pasado 12 de enero se han entregado totalmente al trabajo humanitario.
La Policía haitiana junto a la Misión de estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH) dijeron que están tras las pistas de los secuestradores, según expresaron las organizaciones.
Una fuente de Solidaridad Fronteriza indicó que instituciones comunitarias del norte de Haití, preocupadas por el breve plazo que dieron los delincuentes haitianos a los familiares de los secuestrados, improvisaron un maratón para reunir el dinero exigido y evitar que los captores consumen su amenaza.
En el norte de Haití y en Puerto Príncipe se organizaron esta noche plegarias para que los secuestradores no ejecuten a las víctimas.

jueves, 18 de febrero de 2010

Convento do Rosario


O Concello de San Sadurniño, a parroquia e a Diocese reuniranse próximamente para falar sobre o Convento do Rosario e o seu entorno despois das obras que se realizaron no adro, co propósito de mellorar e realizar outras obras que quedan pendentes, e que a mellora realizada no adro pide dalgunha maneira.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Mensaje de Benedicto XVI con ocasión de la XVIII Jornada Mundial del Enfermo

“La Iglesia al servicio del amor hacia los enfermos y los que sufren”

El 11 de febrero próximo, memoria litúrgica de la Beata Virgen María de Lourdes, se celebrará en la Basílica Vaticana la XVIII Jornada Mundial del Enfermo. La feliz coincidencia con el 25º aniversario de la Institución del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios es un motivo más para agradecer a Dios por el camino recorrido hasta ahora en el ámbito de la pastoral de la salud. Deseo de corazón que dicha solemnidad sea ocasión para un empeño apostólico más generoso en el servicio a los enfermos y a las personas que los asisten.

En efecto, a través de la anual Jornada Mundial del Enfermo la Iglesia quiere sensibilizar capilarmente a la comunidad eclesial sobre la importancia del servicio pastoral en el amplio mundo de la salud, servicio que es parte integrante de su misión, ya que se inscribe en el surco de la misma misión salvífica de Cristo. Él, Médico divino, “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo” (Hch 10, 38). El sufrimiento humano alcanza su sentido y plenitud de luz en el misterio de su pasión, muerte y resurrección. En la Carta apostólica Salvifici doloris, el Siervo de Dios Juan Pablo II tiene palabras iluminadoras al respecto. “El sufrimiento humano – afirma – ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor…, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo y de ella toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva” (n. 18).

En la Última Cena, antes de regresar al Padre, el Señor Jesús se inclinó para lavar los pies a los Apóstoles, anticipando así el supremo acto de amor de la Cruz. Con ese gesto invitó a sus discípulos a entrar en su misma lógica del amor que se dona especialmente a los más pequeños y a los necesitados (Cf. Jn 13, 12-17). Siguiendo su ejemplo, cada cristiano está llamado a revivir, en contextos diferentes y siempre nuevos, la parábola del buen Samaritano que, pasando junto a un hombre que los salteadores habían abandonado medio muerto al borde del camino, “lo vio, tuvo compasión y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, lo llevó al posadero y dijo: «Cuida de él y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva»” (Lc 10, 33-35).

Concluyendo la parábola, Jesús dice: “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37). Con estas palabras se dirige también a nosotros. Nos exhorta a inclinarnos sobre las heridas del cuerpo y del espíritu de numerosos hermanos y hermanas que encontramos en los caminos del mundo; nos ayuda a comprender que, con la gracia de Dios acogida y vivida en la vida de cada día, la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento se puede convertir en escuela de esperanza. En verdad, como he afirmado en la Encíclica Spe salvi, “lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito” (n. 37).

En su momento, el Concilio Ecuménico Vaticano II recordaba la importante tarea de la Iglesia de ocuparse del sufrimiento humano. En la Constitución dogmática Lumen gentium leemos que así “como Cristo … fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4, 18), «para buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10), de manera semejante la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo” (n. 8). Esta obra humanitaria y espiritual de la Comunidad eclesial hacia los enfermos y los que sufren a lo largo de los siglos se ha expresado en muchas formas y estructuras sanitarias también de carácter institucional. Quisiera recordar aquí aquellas que las diócesis administran directamente y las que han nacido de la generosidad de varios Institutos religiosos. Se trata de un precioso “patrimonio” que responde al hecho de que “el amor necesita también de organización como presupuesto para un ordenado servicio comunitario” (Enc. Deus caritas est, 20). La creación del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, hace ya veinticinco años, forma parte de esta solicitud eclesial por el mundo de la salud. Debo añadir que, en el momento histórico-cultural actual, se advierte más todavía la exigencia de una presencia eclesial atenta y capilar junto a los enfermos, así como de una presencia en la sociedad capaz de transmitir de modo eficaz los valores evangélicos para tutelar la vida humana en todas sus fases, desde su concepción hasta su término natural.

Quisiera retomar aquí el Mensaje a los pobres, enfermos y a todos los que sufren que los Padres conciliares dirigieron al mundo, al concluir el Concilio Ecuménico Vaticano II: “¡Oh vosotros, que sentís más el peso de la cruz! – dijeron - … Vosotros que lloráis, … vosotros, los pacientes desconocidos, tened ánimo: vosotros sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de Cristo paciente y con El, si queréis, ¡ salváis al mundo!” (Ench. Vat. I, n. 523*, [p. 313]). Agradezco de corazón a las personas que, cada día, “realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren”, de modo que “el apostolado de la misericordia de Dios, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias” (Juan Pablo II, Cons. ap. Pastor Bomus, art 152).

En este Año Sacerdotal, mi pensamiento se dirige particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, “ministros de los enfermos”, signo e instrumento de la compasión de Cristo, que debe llegar a cada hombre marcado por el sufrimiento. Os invito, queridos presbíteros, a no ahorrar vuestros esfuerzos en proporcionarles cuidado y consolación. El tiempo transcurrido junto a la persona probada se revela fecundo de gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral. En fin, me dirijo a vosotros, queridos enfermos, y os pido que oréis y ofrezcáis vuestros sufrimientos por los sacerdotes, para que se mantengan fieles a su vocación y su ministerio sea rico de frutos espirituales, en beneficio de toda la Iglesia.

Con estos sentimientos, imploro sobre los enfermos, así como también sobre quienes los asisten, la materna protección de María Salus Infirmorum, y a todos imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Desde el Vaticano, 22 de noviembre de 2009, Solemnidad de N. S. Jesucristo, Rey del Universo.

Papa Benedicto XVI

Escrito de nuestro Obispo con motivo de la Jornada de Manos Unidas




Queridos diocesanos:

Celebramos este año la Campaña contra el hambre en un momento en que la crisis económica está mostrando sus más duras consecuencias. A la par que ha hundido los mercados, ha empujado a cien millones de personas a la pobreza y al hambre. Por esto no podemos olvidar que las principales víctimas de la crisis económica y financiera mundial son, como siempre, los más pobres e indefensos. El impacto que tiene en la vulnerabilidad de los países pobres es claramente desproporcionado. El hambre afecta a uno de cada seis seres humanos. Un dato sobrecogedor: por vez primera en la historia el número de pobres en el mundo supera los mil millones de personas. Un triste record que echa por tierra algunas mejoras conseguidas en la lucha contra esta lacra en los últimos años.



El futuro inmediato no presenta mejores perspectivas: Las estructuras económicas certifican estas malas previsiones para los países más pobres. Según el FMI las inversiones extranjeras en esos lugares se han reducido en 2009 en un 32%. El comercio mundial se contraerá entre un 5 y un 9 %. Las remesas que los emigrantes enviaban a sus países de origen, y que constituían una fuente muy importante para el crecimiento económico de esas naciones, disminuirán también entre un 5 y un 8 % este año según el Banco Mundial.



Necesitamos crear con urgencia un amplio consenso para la erradicación rápida y completa del hambre en el mundo. Benedicto XVI ha hecho la siguiente propuesta: “Es importante destacar que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internacionales. Apoyando a los países económicamente pobres, mediante planes de financiación inspirados en la solidaridad, con el fin de que ellos puedan satisfacer la necesidades de bienes de consumo y desarrollo de los propios ciudadanos no sólo se puede producir un verdadero crecimiento económico, sino que se puede contribuir también a sostener la capacidad productora de los países ricos que corre peligro de quedar comprometida por la crisis” (Veritas in caritate)



Manos Unidas, como organización de la Iglesia a favor del Tercer Mundo, continúa su lucha para erradicar las tres hambres que le afligen: “hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios” conscientes de que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Animo a los voluntarias y voluntarios de Manos Unidas en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol a que sigan año tras año financiando proyectos concretos de desarrollo del Tercer Mundo. En nuestros días, nos recuerdan este año, constatamos la aparición de nuevos riesgos para la vida de los pobres, ocasionados por la agresión al equilibrio medioambiental, por los desequilibrios económicos y por la crisis de la energía y de los alimentos.

martes, 9 de febrero de 2010

La red de Caritas fleta seis buques con 15.000 toneladas de ayuda humanitaria para HAITI


Madrid, 08/02/2010
Arribarán a Puerto Príncipe a lo largo de esta semana
Cáritas. 8 de febrero de 2010.- A lo largo de esta semana llegarán a Haití un convoy naval de seis buques fletados desde México por la red Cáritas para transportar hasta la isla 15.000 toneladas de ayuda humanitaria, fundamentalmente alimentos, agua potable y suministros médicos. El “Papanlapou”, primero de los buques que ha arribado a Puerto Príncipe, lleva en sus bodegas 2.000 toneladas de arroz, alubias, leche pasteurizada y lotes de productos sanitarios.
Toda esta ayuda va a ser distribuida inmediatamente entre los damnificados que están siendo atendidos por la red Cáritas dentro del plan de respuesta a la emergencia por valor de 31 millones de euros puesto a punto por Cáritas Haití para prestar ayuda a 200.000 personas durante dos meses.
Tiendas, material de abrigo y ayuda médicaLa ayuda suministrada por Cáritas a los damnificados incluye también materiales de abrigo y tiendas de campaña, así como acompañamiento psicosocial y asistencia quirúrgica de urgencia. Esta misma semana va a desplegarse en Haití, por mediación de la Cáritas Norteamericana, un equipo de la Universidad de Maryland especializado en tratamiento médica a víctimas de desastres y cuyos miembros irán renovándose cada semana dentro de un programa de actuación en el terreno de seis meses de duración. La máxima prioridad de este equipo va a ser acometer, en los próximos días, la intervención de 16 casos quirúrgicos especialmente delicados.

Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2010


« La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo » (cf. Rm 3,21-22)

Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22).

Justicia: “dare cuique suum”


Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra “justicia”, que en el lenguaje común implica “dar a cada uno lo suyo” - “dare cuique suum”, según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste “lo suyo” que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si “la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios” (De Civitate Dei, XIX, 21).


¿De dónde viene la injusticia?


El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas” (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene “de fuera”, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar ―advierte Jesús― es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?


Justicia y Sedaqad


En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que “levanta del polvo al desvalido” (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en “escuchar el clamor” de su pueblo y “ha bajado para librarle de la mano de los egipcios” (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?


Cristo, justicia de Dios


El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: “Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).
¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo suyo”? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.
Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.
Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.


Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.


Vaticano, 30 de octubre de 2009


BENEDICTUS PP. XVI