miércoles, 30 de septiembre de 2009

Evitar abortos ha sido, es y será una cuestión de educación. Nos espera a todos una hermosa tarea.


Cuando la ley olvida las exigencias del amor…


El amor tiene leyes que la ley no debe anular. Una madre sabe que es una con su hijo y que es distinta de su hijo, sabe que el amor transforma lo personal en compartido, sabe que no podrá olvidar al hijo sin olvidar la propia carne, sabe que no podrá abandonarlo sin perderse a sí misma, sabe que no podrá despreciarlo sin herir la propia dignidad.


Lo que el amor une, sólo el amor reclamará a su tiempo separarlo para hacer posible la vida.


Cuando la ley olvida las exigencias del amor, no esperes que el fruto de la ley sea la justicia, teme más bien que será la muerte. ¡Las madres lo saben! ¡Las gentes de las fronteras también!


+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo de Tánger

viernes, 11 de septiembre de 2009

Comida Interparroquial

Domingo 13 - Seremos un cento.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Novo Directorio de Catequese da Diocese de Mondoñedo-Ferrol


Directorio de Iniciación cristiana
Extracto de la normativa aprobada para
la Iniciación cristiana en la infancia-adolescencia


“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión” (CEC 1213).

1. Responsabilidad de los padres

El sacramento del Bautismo, administrado a los niños al poco tiempo de nacer, debe considerarse como el comienzo del proceso de Iniciación cristiana, que se completará con la educación de la fe y la celebración de los demás sacramentos. Responsables de que se realice este proceso serán, en primer lugar, los padres, también los padrinos y la comunidad cristiana .

2. Preparación de los padres

Los padres deben comunicar a la parroquia a la que pertenecen, con antelación suficiente, el deseo de que su hijo sea admitido al sacramento del Bautismo, a fin de disponer del tiempo necesario para la preparación.
No se deberá proceder al bautismo de niños, fuera de peligro de muerte, sin haber realizado una catequesis previa con los padres, a fin de esclarecer sus motivaciones, su compromiso de fe eclesial y de la educación cristiana de sus hijos, así como para la explicación de la liturgia bautismal. También los padrinos participarán en esta preparación, ya que “la acogida de los padres y padrinos reviste una gran importancia, y no debería reducirse a una simple preparación ceremonial de la celebración del bautismo de sus hijos” .
En muchos lugares, lo más práctico será la visita a la familia. En las parroquias más pobladas podrán organizarse periódicamente reuniones prebautismales.
Con respecto a los padrinos se recuerda la normativa vigente, que entre otras condiciones, hay que tener presentes las siguientes: haber cumplido los dieciséis años, ser católico, estar confirmado, llevar una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir.

3. Lugar de celebración

Será la comunidad parroquial donde residen los padres. Si por alguna razón el sacramento se ha de celebrar en otra parroquia, ha de constar que los padres han recibido la debida preparación. En caso contrario, se les facilitará, teniendo en cuenta todos estos criterios generales.
La naturaleza de este sacramento, como en todos los sacramentos, pide que su celebración sea comunitaria, lo que se define no tanto por el número de bautizandos, como por la participación y celebración activa de la comunidad parroquial, lo cual no significa que necesariamente tenga que celebrarse en la Eucaristía dominical.

4. Tiempo de celebración

Se recomienda en sábados y domingos, con la participación de la asamblea cristiana. Tiempo bautismal por excelencia es la Pascua, en el que adquiere mayor actualidad la incorporación de los bautizados al misterio pascual de Jesucristo. Al menos, los nacidos en Cuaresma deberían ser bautizados en la Noche de Pascua o el Domingo de Resurrección, siguiendo la antiquísima tradición de la Iglesia. Sin embargo, en los casos de situaciones de irregularidad de los padres con respecto al matrimonio canónico, a juicio del párroco, se pueden hacer excepciones y celebrarlo en un ámbito de más privacidad.

5. Casos especiales

Cuando padres poco creyentes, practicantes ocasionales o alejados de la comunidad cristiana, piden el Bautismo para sus hijos, es necesario dedicarles atención especial, manteniendo con ellos los encuentros que sean necesarios a fin de obtener, por medio de la acogida y el diálogo comprensivo y catequético, suficientes garantías de que el niño, una vez bautizado, recibirá la educación cristiana exigida por el Sacramento.
Siempre que existan garantías razonables para una posterior educación en la fe y la vida cristiana, no se deberá rechazar ni diferir el bautismo de los recién nacidos. Esta garantía han de ofrecerla los padres, como primeros y principales educadores de sus hijos. Sólo subsidiariamente podrán suplirlos, cuando ellos ni se comprometen ni se oponen, familiares próximos o los padrinos. En algún caso especial, podrá asumir esta suplencia la misma comunidad cristiana a través de algún catequista o seglar comprometido con la Iglesia. Este principio general ha de aplicarse cuando los padres se hallan en situaciones canónicamente irregulares.
En las situaciones en que los padres no estén debidamente preparados, la demora del bautismo de sus hijos no debe considerarse como un medio de presión o castigo, ni deben darse motivos para esta interpretación. Sólo está justificada por el diálogo necesario para hacer progresar a la familia en la fe y ayudarles a tomar mayor conciencia de sus responsabilidades.

6. Catequesis bautismal

A la mejor comprensión de estas normas ayudará el desarrollo en la comunidad de una constante catequesis sobre el sacramento del Bautismo , su significado, sus implicaciones y exigencias y su relación con los demás sacramentos. Los objetivos de la catequesis bautismal pueden ser:

1) Ayudar a reflexionar a los padres sobre la situación de su fe y las motivaciones de la petición del Bautismo.
2) Suscitar la conversión y la adhesión global al Evangelio, cuando se trata de padres indiferentes o alejados.
3) Reavivar en los padres y padrinos una fe más consciente y activa.
4) Asegurar la fecundidad del sacramento del Bautismo tanto respecto a la educación en la fe de los niños (identidad cristiana) como en la incorporación a la comunidad parroquial para la construcción de una Iglesia comunitaria y evangelizadora (identidad eclesial).
5) Explicar el sentido del sacramento del Bautismo y el Ritual del mismo.

También ayudará a revalorizar el Sacramento del Bautismo la participación de la comunidad en su celebración y la seriedad con que se aborde el proceso de la Iniciación cristiana desde la catequesis de la comunidad, en conexión con la familia.

7. Despertar religioso

El despertar religioso es consecuencia del Bautismo recibido y condición necesaria para la posterior catequesis de Iniciación cristiana. Pastoralmente, pues, es primordial que se mantenga una relación directa y frecuente con los padres y las familias, a través del encuentro personal, el recuerdo en el aniversario del Bautismo, la celebración de la presentación de los bautizados en la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor, etc., así como facilitar elementos catequéticos y oracionales para ayudar a las familias en este cometido .
Este despertar religioso, al que el niño bautizado tiene derecho, por desgracia no se da siempre en el seno de las familias, con grave detrimento para la construcción de la personalidad creyente. Esta ruptura de la tradición educativo-cristiana, hasta hace poco mantenida de modo general en el seno de las familias, exige una vigorosa acción de la Iglesia en los tiempos actuales.





“La Sagrada Eucaristía culmina la Iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor” (CCE 1322).
“La Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (CCE 1324).

1. Catequesis previa

Para la participación en los Sacramentos es necesario e imprescindible que los niños tengan un cierto grado de madurez garantizado, de alguna manera, por la edad, el nivel de estudios y el proceso catequético desarrollado. No obstante, hay que tener en cuenta particularmente y con especial atención a los discapacitados psíquicos, lo que requiere una adaptación a su capacidad de comprensión y vivencia de la fe.
La Catequesis de Primera Comunión supone y reclama una catequesis global previa, de iniciación a la fe, sobre los temas fundamentales del mensaje cristiano.
Dentro de este proceso de Iniciación cristiana, ordinariamente se inserta el despertar religioso del niño (6-7 años) y los dos cursos de catequesis de preparación a la Primera Comunión (7-8 y 8-9 años) como un momento catequético fuerte, que necesita una especial atención.
Se puede usar como recuso catequético para el despertar religioso en la familia y en la parroquia “Los primeros pasos en la fe” y los materiales complementarios adaptados. Y para la Primera Comunión se usará el catecismo “Jesús es el Señor” , publicado oficialmente por la Conferencia Episcopal Española, con los recursos catequéticos correspondientes, siempre complementarios al catecismo.

2. Edad

Con el fin de posibilitar a los niños una mayor preparación y una más consciente participación en los sacramentos, la Primera Comunión deberá celebrarse antes de finales de tercer curso de Primaria o entre los nueve y diez años.
Por tanto, como norma general, no deberá adelantarse la celebración de la Primera Comunión a esta edad.

3. Objetivos

La Catequesis de preparación inmediata a la Primera Comunión intentará conseguir los siguientes objetivos:

1) Presentar al Espíritu Santo como el que da vida a la Iglesia y que nos posibilita el encuentro con Cristo resucitado en los sacramentos.
2) Profundizar en el conocimiento de los aspectos fundamentales del Sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía: memorial, sacrificio, presencia de Cristo, comunión, adoración...
3) Suscitar las actitudes cristianas básicas subyacentes a la Eucaristía: participación, acción de gracias, compromiso...
4) Iniciar a la liturgia. Es necesario educar la sensibilidad simbólica de los niños para que puedan captar la dimensión simbólica del pan, del vino, de los signos, gestos y acción de la celebración.

4. Pedagogía

La pedagogía de este momento catequético tiene algunas peculiaridades:

- Ha de hacerse a partir del signo natural de la reunión y de la comida familiar, de forma que el niño pueda ir de la experiencia de la mesa familiar a la Mesa del Señor.
- Se aconseja seguir las diversas partes de la celebración de la Misa, explicando el sentido, contenido, actitudes, etc., de cada una de ellas.
- Resaltar la unidad y relación entre los sacramentos de la Iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía, Confirmación.
- Presentar los sacramentos, no como “cosas” o “ritos mágicos”, sino como signos sensibles (agua, pan, vino...) con los que se simboliza y expresa la acción salvadora de Dios.
- Fomentar la experiencia de encuentro con Jesucristo, a través del silencio, la escucha de la Palabra, la oración y la participación en la Eucaristía con la comunidad, especialmente en el domingo, “día del Señor”.

5. Las Celebraciones

a. Celebraciones catequéticas
En la iniciación sacramental ocupan un lugar destacado las celebraciones. Las distintas catequesis han de estar acompañadas de celebraciones que permitan a los niños vivenciar la fe y expresar su experiencia religiosa, en las que el Año Litúrgico tiene que ser una referencia necesaria.
Es muy importante la presencia y participación de los padres en las celebraciones catequéticas y sacramentales.

b. Celebración Sacramental de la Eucaristía
La utilización de las plegarias eucarísticas con niños, así como el leccionario para Misas con niños, ofrecen grandes posibilidades pedagógico-pastorales.
En la celebración de la Primera Comunión han de evitarse tanto el individualismo como la masificación. En ellas es muy importante el estilo espontáneo y la calidad de las relaciones del sacerdote celebrante con los niños.
Ha de cuidarse que la Primera Comunión sea una celebración festiva y religiosa, que señale un paso importante en la educación cristiana del niño y marque, a su nivel, una fuerte experiencia de fe, evitando en lo posible que quede desvirtuada por el peso social que rodea a la celebración y los gastos excesivos y el afán consumista. Es mentalidad de la Iglesia que el vestido sea sencillo y que la celebración sea sobria, alegre y festiva, favoreciendo la participación, evitando la ostentación y toda incursión extraña que desvíe la atención y perturbe el necesario recogimiento .

c. Celebración Sacramental de la Penitencia o de la Reconciliación
La celebración de la Penitencia tiene su propia entidad y forma parte de la Iniciación cristiana, incluso realizando previamente celebraciones penitenciales no sacramentales. A fin de darle especial relieve, conviene distanciarla de la celebración de la Eucaristía. La celebración comunitaria con absolución individual es la forma idónea, ya que su carácter comunitario y festivo ofrece posibilidades para la experiencia gozosa del perdón. La catequesis previa a este sacramento ha de servir para educar la conciencia moral del niño. También es muy importante la participación de los padres en esta celebración.

6. Lugar de la celebración

El lugar más adecuado para la celebración de los sacramentos de Iniciación es la comunidad cristiana. La Primera Comunión debe celebrarse en el marco de la comunidad parroquial porque, hoy por hoy, la comunidad parroquial, a pesar de sus deficiencias, es para la mayoría de los cristianos el lugar ordinario donde celebra su fe y referencia de su pertenencia a la Iglesia. Por otra parte, el niño, que vive y crece en comunidades infantiles, homogéneas y transitorias, necesita integrarse en una comunidad adulta, heterogénea y estable.
Se recomienda que la Primera Comunión se reciba siempre en la propia Iglesia Parroquial, y sólo en casos muy especiales podrá celebrarse en iglesia distinta.
Ningún sacerdote debe prestarse a administrar la Primera Comunión a un niño de otra Parroquia si no le consta de la debida preparación catequética, ni tampoco acoger en su parroquia a niños saltándose las normas y sin previo diálogo con el sacerdote propio.

7. Implicación de los padres y las familias

La catequesis de la comunidad no puede hacerse al margen de la familia, antes bien, ha de realizarse en estrecha relación con los padres, especialmente en el período de preparación a la Primera Comunión. Para ello se han de fomentar en este período las reuniones periódicas con los padres simultáneas a la catequesis de sus hijos, no sólo para la preparación de la celebración, en la que ellos deben participar, sino también para formación y fortalecimiento de su fe personal y de su responsabilidad como primeros y principales educadores de sus hijos .
Cabe aquí perfectamente realizar lo que se denomina “catequesis familiar”: la catequesis impartida por los padres en el hogar, previa reunión de preparación en la parroquia, con la participación de las familias en la Eucaristía dominical y los encuentros periódicos con los niños en el ámbito de la comunidad parroquial.

8. Continuidad

Ni la Iniciación cristiana ni la catequesis terminan en la Primera Comunión. Ni siquiera debe ser considerada como una meta ni suponer un punto y aparte en el proceso iniciatorio de la fe recibida en el Bautismo. Es necesario que los padres y los niños, junto con toda la comunidad cristiana tomen conciencia de que hay que seguir creciendo y madurando en la fe mediante la catequesis y la participación en la Eucaristía del domingo.
El proceso de iniciación que comenzó en el Bautismo necesita ser fortalecido por el sacramento de la Confirmación y alimentado a través de una participación más viva y conciente en la Eucaristía, sacramento “a lo que tiende toda iniciación” .





“Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal. En efecto, a los bautizados ‘el sacramento de la confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras’ ” (CCE 1285).

1. En la última etapa del proceso catequético

El sacramento de la Confirmación, por lo general, en la Iglesia de Occidente y debido a motivos pastorales, se sitúa en la última etapa de la Iniciación cristiana. No puede considerarse este sacramento aislado del proceso catequético. Más bien este sacramento está íntimamente ligado al Bautismo y orientado “hacia una más intensa y perfecta participación en el Sacrificio eucarístico” . El objetivo último de la catequesis, como se ha dicho reiteradamente, no es la preparación para los sacramentos, sino iniciar en la vida cristiana que en los sacramentos se celebra y alimenta.

2. La libertad y consciencia del confirmando

Al preparar la celebración del sacramento de la Confirmación hay que subrayar el “don de Dios” y la primacía de su gracia. Todos los bautizados están convocados para recibir el Espíritu de Pentecostés que los capacita para integrarse más conscientemente en la Iglesia y participar en su misión. Hay que evitar, pues, el recibir este sacramento porque “se hizo siempre”, “para estar en regla”, “porque lo quieren los padres”, “para ser padrino de Bautismo”, etc. Se ha de acceder al sacramento, en la medida en que el candidato sea capaz de hacerlo, del modo más consciente, libre y responsable, incluso si para ello es necesario anticipar o posponer su celebración al momento más adecuado de su etapa vital.

3. La edad de preparación más inmediata y recepción del sacramento

No hay una edad fijada. Depende de la madurez cristiana del candidato. La Conferencia Episcopal Española, estableció en 1984 como edad “la situada en torno a los 14 años, salvo el derecho del Obispo diocesano a seguir la edad de la discreción a la que hace referencia el canon”.
Dentro del proceso de Iniciación cristiana en la infancia y adolescencia, a juicio del párroco, consultados los catequistas y reflexionado en el arciprestazgo, en cuanto a la edad de la preparación inmediata y la recepción del sacramento de la Confirmación, caben tres opciones :

a) En la infancia adulta, después de haber recibido la Primera Comunión y haber continuado el proceso durante tres cursos más. Esta etapa, previa a la adolescencia, es más propicia para una “primera síntesis de fe”. Estaría además complementada por una pastoral de infancia y juventud organizada (movimientos, actividades de Tiempo Libre, etc.) de cara a afianzar el proceso de Iniciación.
b) A partir de los catorce años con una preparación inmediata de al menos dos años, después de haber tenido la catequesis de postcomunión durante tres. De este modo la celebración tendría lugar en plena adolescencia-juventud, culminando todo un proceso continuado de catequesis de Iniciación a lo largo de la infancia-adolescencia, que desembocaría en una integración más adulta en la vida y la misión de la Iglesia.
c) En la juventud o en la adultez (de los 18 años en adelante) para los que han interrumpido este proceso, haciendo un discernimiento previo de sus motivaciones. Así a través de una preparación catequética más intensiva y sosegada, no inferior a un curso, completarían su Iniciación cristiana y se les capacitaría para asumir más consciente y responsablemente su compromiso cristiano.

No obstante hay que contemplar el caso frecuente de parroquias o zonas rurales bastante despobladas en donde no hay confirmaciones todos los años y no se puede organizar una preparación por grupos más homogéneos. Estos casos se estudiarían en cada arciprestazgo de cara a acordar la solución pastoral más conveniente.

4. Objetivos de esta catequesis

1) Crecimiento y maduración de la fe a través de una adhesión y configuración más plena con Cristo.
2) Introducción y participación en el misterio de Dios a partir de la experiencia, el don y la fuerza del Espíritu, y desde el descubrimiento de la propia identidad y vocación.
3) Profundización en el “nosotros” cristiano por una experiencia e inserción más viva en la comunidad.
4) Participación más activa en la misión de la Iglesia, siendo testigos de Cristo y comprometiéndose en el anuncio y realización de su Reino.
En un momento determinado de esta preparación o al final de la misma podría tener lugar la entrega de la Palabra de Dios al confirmando, como expresión de la fe recibida de la Iglesia (“traditio”) y a su vez asumida por el mismo (“reditio”), de cara a la misión profética de anunciar y ser testigo del evangelio de Jesucristo en la vida de cada día.
Para esta catequesis, la Conferencia Episcopal Española ha establecido como catecismo oficial “Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia”.

5. Programación y preparación

La parroquia es el lugar propio de la preparación catequética. Sin embargo, según las circunstancias - zonas poco pobladas, sacerdotes con varias parroquias, etc. - puede llevarse a cabo en la Unidad Pastoral o en el Arciprestazgo, ofreciendo así un testimonio de unidad eclesial y llevar a cabo una pastoral más conjuntada y eficaz. En ningún caso vale acoger en parroquias próximas a adolescentes o jóvenes de Confirmación saltándose las normas y sin previo diálogo con el sacerdote propio.

6. La celebración de la Confirmación

La Confirmación de un grupo de adolescentes o jóvenes es un acontecimiento muy importante en una comunidad. De alguna manera se ha de preparar a toda la comunidad, especialmente a los padres y padrinos de los confirmandos.
La elección de los padrinos se hará conforme al CIC , así como las observaciones del propio ritual de la Confirmación . No obstante teniendo en cuenta las especiales circunstancias de nuestro ambiente, sería aconsejable que el catequista ejerciera esta misión, ya que es la persona realmente significativa ante la comunidad y ante la opción cristiana del propio confirmando.
La presencia del Obispo no se reduce al papel de ministro del Sacramento. El es el signo de vinculación de la comunidad con las demás comunidades de la Iglesia local y el signo de comunión con la Iglesia Universal. Cuando el Obispo, ministro ordinario de la Confirmación, no pueda celebrar este sacramento, lo encomendará al Vicario General o a un sacerdote delegado.

7. La postconfirmación

Con la Confirmación termina la etapa de la iniciación, pero la vida cristiana continúa. Es necesario ofrecer a los confirmados la posibilidad de seguir madurando su fe de iniciados y de ejercer sus compromisos en la vida social y eclesial, incorporándolos a las distintas actividades y movimientos. Cabe destacar la integración en la Acción Católica, el Movimiento Scout Católico (MSC) como monitores y educadores y los nuevos movimientos eclesiales; también una participación activa en el voluntariado de Cáritas, Manos Unidas y otras ONGs de la Iglesia católica, en las actividades educativas de Tiempo Libre de inspiración cristiana, etc. Todo ello en amplio marco de la pastoral juvenil.
La postconfirmación es también una etapa para asumir, con una preparación adecuada, algunos de los ministerios laicales en la Iglesia. En Códico de Derecho Canónico habla de los ministerios instituidos con carácter estable de “lector” y “acólito” (c. 230). Junto a estos ministerios también hay “oficios eclesiales”, “encargos” y “servicios” (c. 226, 228 y 231) que de forma permanente o temporal puede ejercer un fiel laico.