lunes, 21 de junio de 2010

LA ÚLTIMA CIMA

Artículo de José-Román Flecha Andrés sobre la película La última cima, dedicada al sacerdote Pablo Domínguez, fallecido en accidente de alpinismo el 15 de febrero de 2009

La proyección de la película “la última cima” ha sido una sorpresa para muchos. En apariencia es un reportaje sobre Pablo Domínguez, sacerdote, doctor en Filosofía y Teología y reconocido profesor en la Facultad de San Dámaso, de Madrid.

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El director, Juan Manuel Cotelo, comienza provocando al espectador con una confesión personal. Si hace una película denigrando a los sacerdotes tendrá éxito, pero si la hace para alabar la integridad de uno de ellos, se va a ver envuelto en muchas dificultades. Ante la oleada de críticas al sacerdocio, el espectador no puede por menos de compartir esa sospecha.

Pero más importante que esta provocación es la observación sobre algunas consecuencias de afrontar en el cine un tema como este. Tratar la vida de un sacerdotes lleva inmediatamente a preguntarse por el sacerdocio y, en consecuencia, por la Iglesia entera. Y por la vida cristiana.

La película es un elogio al sacerdote Pablo, que vive su vida con total dedicación a una misión. Se oye la voz de la calle que subraya los defectos y los valores de los sacerdotes en general. Ante el espectador van pasando testigos que recuerdan las cualidades humanas de Pablo: su alegría y su humildad, su amor a los niños y su deportividad, su preparación académica y su capacidad para anunciar el evangelio de la forma más sencilla y convincente.

Entre tantos testimonios, es impresionante el relato de la joven madre que acepta un embarazo difícil sin poner fin al hijo que se desarrolla en su seno, que, gracias a Pablo, comprende el sentido de aquella vida aparentemente destinada al fracaso y que nos reserva una sorpresa para el final de la película.

Ante el espectador van pasando también los testigos que subrayan la dimensión espiritual del sacerdote Pablo: su oración, su celibato, su amor a la eucaristía, su cercanía a los pobres y humildes de esta tierra y su esperanza ante el misterio de la muerte.

La película puede parecer una apasionada apología. Precisamente el Foro sobre la Apologética es el escenario en el que se desarrolla la conferencia en la que Pablo filosofa sobre la razón y la fe. Y no otra cosa es la sana apologética.

Pablo siempre quiso morir joven y, a ser posible, en la montaña. En la montaña repite, al modo de Teilhard de Chardin, su “himno al universo”. Subir al Moncayo, tras predicar unos ejercicios espirituales en un hermoso monasterio, fue como la culminación de todo un sueño de libertad. Un vuelo hacia un cielo anticipado cada día en esta tierra, en el servicio fiel a Dios y a los hijos de Dios.

A fin de cuentas, la película es más que un reportaje admirado sobre Pablo. Es una palabra profética sobre Dios y su puesto en el mundo de hoy. Y una palabra sobre la más profunda vocación del ser humano. La de aceptar el amor y el perdón de Dios para sumergirse en el amor que de él brota y a él nos lleva. Ésa es, en realidad, “la última cima”.

José-Román Flecha Andrés

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