sábado, 13 de diciembre de 2008

Voz que clama en el desierto

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Domingo III Adviento. Ciclo B
Is 61, 1-11; Sal Lc 1, 46-54; 1Ts 5, 16-24; Jn 1, 6-8.19-28

Poco a poco, como caracteriza a las cosas de Dios, nos estamos acercando a las fiestas de la Navidad...

En este domingo (3º del Adviento) todo respira alegría y gozo y es que hoy se nos invita a vivir el gozo del próximo nacimiento de Jesús, no sólo en nuestro interior, sino a llevarlo y transmitirlo en especial a los que sufren situaciones difíciles en su vida:

- Vendando los corazones desgarrados...

- proclamando el perdón…

- abriendo las puertas de la libertad.

Todo ese sueño que tan hermosamente nos describe el profeta Isaías en la primera lectura.

Con razón decía el Papa Juan Pablo II en julio del año 2002 a los jóvenes de todo el mundo en Toronto: “Los hombres están hechos para ser felices… Vosotros buscáis la felicidad… y Cristo tiene la respuesta a este deseo vuestro…, pero os pide que confiéis en él.

La verdadera felicidad es una victoria, algo que no puede obtenerse sin una larga y difícil batalla… Cristo tiene el secreto de la victoria… ”

Así lo expresa y defiende el Santo Padre, y así lo expresó y vivió Juan el Bautista, el protagonista y ejemplo de este tercer domingo de Adviento…

“¿Tú quién eres…?”, le preguntan… le piden algo así como su carnet de identidad Juan se define por la misión que ha recibido: Es el precursor, el que corre abriendo camino. No es el Mesías, pero sí su pregonero… No es el novio, pero sí su amigo… No es la Palabra, pero sí una voz… No es quien esperaban, pero sí quien confirma las esperanzas de los que esperaban …

Y nosotros… ¿Quiénes somos? Ante todo y sobre todo… seguidores de Cristo. Ojalá no nos identificáramos ni por nuestro nombre / ni por nuestros apellidos / ni por nuestra profesión / ni por nuestros títulos (Marqués del Tubo” mi padre tuvo - mi madre tuvo)… Sino sobre todo por nuestra fe…

Y es que uno es lo que cree, lo que sueña, lo que adora… quien ha de marcar y definir nuestra vida no somos nosotros, sino el Señor …

Esto lo entendió y vivió el Bautista, supo ponerse en el lugar que le correspondía y señalar al que realmente importaba …

Ése que ojalá dentro de unos días vuelva a nacer en el corazón de cada uno de nosotros…

Damián Ramírez Lozano, sacerdote

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