miércoles, 1 de octubre de 2008

Evanxeo 5 de Outono de 2008

¿A quién se confiará la semilla del Reino?
Domingo XXVII T. Ordinario. Ciclo A
Is 5, 1-7; Sal 79, 9.12-16.19-20; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43


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“Una historia de amor rechazado y no correspondido” sería el título que resume esta parábola, “Había una vez un propietario que plantó una viña”: además, evoca la poética y apenada canción de Is 5, 1-7: “Voy a cantar, en nombre de mi amigo, un canto de amor a su viña….

Se trata de una alegoría, cuyas resonancias saltan a la vista; pero es también un desenmascaramiento de los líderes religiosos de Israel que, en lugar de cuidar y hacer fructificar la viña, sólo piensan en aprovecharse de ella, sin parar mientes en los medios: incluso si, para ello hay que apalear, apedrear, matar primero a los criados y, luego, al hijo.

Se trata de un esbozo de la historia de la humanidad, de la Iglesia y de cualquier comunidad cristiana, cuando quienes las dirigen sólo piensan en arrimar el agua a su molino. Las etapas de esta historia de amor y desamor vienen jalonadas por la aparición de todos cuantos, mandados a denunciar la injusticia y proclamar el Reino de Dios, serán calumniados, perseguidos y martirizados.

Agotados los recursos, el dueño opta por una medida extrema y arriesgada: “Voy a enviar a mi hijo…” Calculó mal. Es que Dios no desiste en el empeño de que alguien se afane en la rentabilidad del trabajo en su mimada viña . Pese a que la reacción sistemática de los viñadores es el homicidio de los criados y del hijo. Un homicidio porque, a la postre, despojan al pobre y violan el derecho de las personas; no dan frutos de justicia.

Este alegato se dirige también a nosotros: ¿Qué papel juega en nosotros el establecimiento de la justicia y el derecho? ¿ hasta qué punto nos sentimos responsables de tanto mal y de tanto horror como nos rodea? Vivimos en un mundo complejo e inhóspito: la destrucción del otro, el olvido, el alejamiento de Dios, la renuncia y el relativismo moral- todo valeinfluyen mucho más de lo que pensamos en este estado de cosas.

Este Evangelio termina presentando a Jesús como piedra angular. ¿Lo es? No vale la queja: ¡hay que ver cómo está el mundo!, sino la responsabilidad comunitaria y personal por construir unos cielos nuevos y una

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