jueves, 24 de enero de 2008

AÑO DE SAN PABLO (2008-2009)


El 28 de Junio de 2007, durante las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, el Papa proclamó un año especialmente dedicado a San Pablo, con ocasión de los dos mil años del nacimiento del “Apóstol de las Gentes”.

Durante todo este año desde “O facistol”, jueves a jueves, iremos acercándonos a la figura de San Pablo, comentando su biografía, viajes, escritos, teología... Presentaremos, resumiremos e intentaremos iros acercando buena parte de los libros que un año dedicado a San Pablo está haciendo imprimir.

Hoy vamos a comenzar descubriendo por qué es necesario volver la mirada hoy a San Pablo. Os invito a que reflexioneis las siguientes razones que me sirvieron hace dos años para una conferencia con la que se inauguró el curso de la Escuela Diocesana de Teología de Seglares.

RECUPERANDO A SAN PABLO
LA ACTUALIDAD DEL PERSONAJE

Hemos leído mal la obra de Pablo, incluso la desconocemos, por eso es necesario regresar a San Pablo. No debemos ignorar las nuevas perspectivas que en la actualidad se están presentando acerca del personaje en innumerables estudios.

Debemos aprender que a Pablo hay que leerlo en su verdadero orden, en el de su pensamiento, y que sin rechazar las cartas deuteropaulinas, debemos ser honestos a la hora de atribuir al personaje de Pablo lo que le pertenece. Al César lo que es del César y a Pablo lo que es de Pablo. Esta lectura nos aporta a un nuevo personaje, limpio de muchos “pegotes” con los que lo habíamos ocultado y oscurecido.

Pablo es por lo tanto un personaje de actualidad, porque merece ser colocado de nuevo en el sitio que siempre se ha merecido. Porque su palabra y su transmisión de la experiencia de fe a través de sus escritos alimentó siempre la vida de una Iglesia que hoy tiene una deuda impagable con este gran misionero y apóstol.

Por otra parte ningún “padre conciliar” del Vaticano II aportó a la teología actual lo que aportó San Pablo. El Concilio Vaticano II habló con lenguaje paulino, evidentemente. La eclesiología del Vaticano II, se podría decir que es eminentemente paulina.

El modelo de la Nueva Evangelización lo tenemos en San Pablo, por una simple razón, pertenecía a tres mundos: judío, griego y romano. Fue capaz de poner en categorías nuevas un mensaje que nacía en el judaísmo. Fue uno de tantos apóstoles que lo universalizó. No fue el universalizador único del cristianismo ni podemos llegar a decir que Pablo fue el artífice el cristianismo, como a veces se ha dicho. Pero verdaderamente, es el personaje que conocemos como ningún otro, cuyo testimonio ha llegado hasta nosotros. Aquel que se desvivió creando y recorriendo comunidades, evangelizando y explicando el evangelio de modo comprensible a sus interlocutores. Sin elevaciones ni intelectualismos.

Al comenzar el estudio de la Teología, miramos hacia San Pablo, el gran comunicador, el gran teólogo y el gran cristiano. Porque ¿qué es un teólogo o un cristiano sino un comunicador de la fe? Con sus palabras, pero también con su vida, trabajando entre trabajadores y enfrentándose a naufragios y temporales, a ilusiones y a desilusiones. Permaneciendo firme en una fe, con la alegría de un Dios que lo acompañaba. Esa alegría que nada ni nadie podía quitarle. Con la certeza de que nada lo podía separar del amor de ese Dios que cegó de amor un día a un perseguidor cristiano en el camino de Damasco.


RESTABLECIENDO Y REDIMIENDO A PABLO DE TÓPICOS

Vamos a manifestar una nueva imagen del Apóstol Pablo. Vamos a ser abogados de un personaje que merece ser defendido, y que ha sido fuertemente vilipendiado en innumerables ocasiones.

Le hemos llamado misógino (es decir, que odiaba a las mujeres, que era enemigo de la mujer y de lo femenino. O por decirlo más claramente: machista), lo hemos tratado de engreído, petulante, presumido, “chulo”. Hemos dicho de él que no era concreto en la actuación pastoral, que sus respuestas pastorales eran idealistas, utópicas, espiritualistas y poco aterrizadas en la realidad. Podríamos enumerar incontables obras que dicen que estaba preocupado por temas demasiado místicos, y que no vale para responder a nuestros problemas pastorales actuales tangibles y presentes. La ruptura con alguno de sus compañeros, como Bernabé, ha llevado a muchos a decir que era un individualista, e incluso que sentía envidia de Pedro como líder de la Iglesia, o que se sentía acomplejado denominándose Apóstol sin haber sido uno de los Doce. Y muchos, utilizando la carta a los Corintios, han llegado a concluir que era un esquizofrénico, porque cambiaba de ánimo como cambian los torrentes del Negueb. Y de la esquizofrenia, otros lo han enviado directamente a la más pura locura, y existen libros de médicos y psicólogos que lo citan como modelo de determinadas enfermedades de índole mental. Total y exagerando algo, que proclamamos palabra de Dios las cartas de un demente recluido en un psiquiátrico.

Pablo sigue siendo hoy, como la cabra de la fiesta judía del Yom Kippur, empecatada y arrojada al desierto con nuestros pecados, que no le pertenecen, pero que cargándoselos a él, quedamos como nuevos. El personaje de San Pablo ha sido puesto por muchos en medio de la pista del circo romano, y tenemos que salvarlo de la ingesta vespertina de los leones.

ALGUNAS CLAVES DE LECTURA:


EL ORDEN DE LECTURA

Muchas veces hemos pretendido leer el Nuevo Testamento linealmente, como si comenzase con la infancia de Jesús en Mateo y terminase con el Apocalipsis. La hemos leído pensando que ese fue el orden en que fue escrita. La Biblia no se escribió en el orden en el que hoy la tenemos.

Aquellos apóstoles nunca pretendieron poner por escrito sus experiencias junto a Jesús de Nazaret. No hacía falta, no era necesario, porque aguardaban una pronta venida del Mesías (le llamaron Parusía). Aquello era inminente. La muerte de los primeros discípulos del Maestro puso en sobreaviso a todos de que la transmisión del mensaje comenzaba a correr peligro. Hasta entonces, y por parte de una segunda, incluso tercera generación de cristianos, el evangelio no comenzó a ponerse por escrito, su transmisión fue más bien oral.

Pero, ¿qué sucede con la obra de Pablo? Estamos refiriéndonos al género literario de las cartas. ¿es posible realizar una carta oral? La obra de Pablo toma forma literaria sobre el papiro desde el primer momento. Aquellas misivas tenían que mantener encendidos los rescoldos que Pablo había sembrado de evangelio en las comunidades que había visitado, y que incluso había fundado. Por eso Pablo se escribió antes que los evangelios, adelantándose sus textos y realizando teología cuando todavía las comunidades tenían más de relato de los hechos que de desarrollo del pensamiento cristiano.

Nace así el primer texto del Nuevo Testamento, nos situamos en el año 51 de nuestra Era; la primera Carta a los Tesalonicenses. Ese es el primer retoño del Nuevo Testamento. Pablo es, por lo tanto, el evangelizador por escrito más primitivo del cristianismo, del que hayamos tenido noticias. Las cartas de Pablo fueron previas a los evangelios. Sólo algunas pudieron discurrir paralelamente con la obra del primer evangelio, que no es Mateo sino Marcos. ¡Que lío! ¿Entonces está todo cambiado de sitio? Pues, más o menos. Para eso estamos siguiendo este blog sobre San Pablo y el Nuevo Testamento, para poner en orden el rompecabezas. El que acude a la Teología ha de hacerlo con la mente abierta, descubriendo con humildad que muchas cosas que daba por sabidas, habrá que aprenderlas de nuevo, debemos pasar por ese proceso de composición de nuestro rompecabezas de verdades, que sabíamos mal, porque sabíamos a medias, y las medias verdades algo son también de medias mentiras.

Si 1 Tesalonicenses es la primera carta, lo normal, podríamos incluso llegar a pensar, es que el segundo texto sería la segunda carta a los Tesalonicenses. Y sino el segundo, por lo menos alguno de los siguientes. Pues no, esa no fue de Pablo, en ella hay un lenguaje apocalíptico que no responde a su tiempo, y la comprensión de la escatología no es propiamente paulina. Se escribió cuando Pablo ya había muerto, hacia finales de los años 70, e incluso en la década de los 80. Ese es el segundo dato importante, no sólo, las cosas en el Nuevo Testamento no fueron escritas en el orden en el que se han situado según el canon bíblico, sino que no todo lo que identificábamos como Carta de San Pablo, es de San Pablo. A la muerte de Pablo, sus discípulos firmaron con el nombre de su maestro (la firma va de mi puño y letra), para dar garantía a enseñanzas que pretendían revalorizar y lograr como significativas en la vida de la comunidad; especialmente en la moral de la comunidad, porque, como veremos, la mayor parte de los escritos que no son autoría directa de Pablo tienen una extrema carga de moralina e incluso inician una comprensión eclesial que irá tomando formas más jerárquicas, las cuales terminarían chocando con la comprensión de la comunidad carismática y “pueblo de Dios” que fueron recuperadas por el Concilio Vaticano II, a la luz de una restauración de un Pablo más genuino. No significa que estén mal, sino que en la partitura de la teología, se encuentran en la voz de un bajo, mientras que la voz de Pablo se mantiene como la voz de un tenor. Y por mucho que nos empeñemos en tapar con voces de bajos las voces de los tenores, difícilmente lo podemos lograr. Los bajos son bajos y los tenores son tenores.

PABLO SE LEE EN OTRO ORDEN

En el Nuevo Testamento la obra de Pablo sigue un criterio de orden fundamentado en la cantidad de texto. Las cartas más largas se sitúan al principio y las más breves al final. Leer a Pablo en el orden de la cantidad de sus textos no puede resultar acertado.

Al explicar a San Pablo a mis alumnos, siempre les invito a realizar la lectura del Corpus Paulino en el orden en el que los textos fueron naciendo, por una razón bien lógica. Si seguimos el orden de redacción de los textos paulinos, descubriremos mejor el camino del pensamiento de Pablo. Cómo fueron surgiendo sus ideas, como fue profundizando en su teología hasta la suprema carta a los Romanos. Este orden de lectura nos ayuda a leer también los textos que surgieron después de Pablo por parte de sus discípulos y a comprender cómo se fueron añadiendo ideas no paulinas (también recogiendo algunas de su “testamento intelectual”) cuando la teología cristiana fue adoptando mayor profundidad, especialmente en los momentos en que se fue gestando el concepto eclesial de la misma comunidad.

LO QUE SUCEDE CUANDO RECOMPONEMOS FRAGMENTOS. EL CASO DE LA SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS

El problema del desorden en la obra paulina no sólo afecta al orden de cada una de las obras, sino que incluso al mismo orden interno de alguna de las obras de San Pablo.
Esto es lo que sucede con la segunda carta a los Corintios, que ponemos por caso. Los especialistas no se ponen de acuerdo en cuantas cartas tenemos a los corintios realmente, puesto que parece que en la segunda carta a los corintios existen varias cartas que se han unido, y el texto hace suponer otras posibles cartas que San Pablo escribió a los Corintios y que se habrían conservado.
Hemos de pensar que la obra paulina de las cartas se reunió pasado el tiempo, desde el deseo de hacer conocer a todos las obras de este autor; incluso desde la sed de las comunidades por la obra de alguien de quien sólo tenían una o dos cartas (con suerte más). El intercambio de las cartas entre las diferentes comunidades fue creando el actual Corpus Paulino. Todo fue gracias a la sed de más obra de su fundador, o de aquel querido personaje, que tuvieron aquellos primeros cristianos. Desde sus medios recogieron lo que pudieron y como pudieron.
La segunda carta a los Corintios e popularmente conocida como “la carta de las lágrimas”. San Pablo había recibido malas noticias acerca de la comunidad de Corinto y se pone triste, llegando a afligirse tremendamente. Les enviará una carta a través de algún emisario que vaya a poner orden en el problema. El emisario llegará con buenas noticias y Pablo se pone muy contento como un pastor se alegra con las ovejas que regresan al redil. Les escribe una carta de agradecimiento, con todas sus bendiciones.
Lo que le sucedió a esta carta, fue que todo ese proceso lógico que acabamos de narrar se desordenó. Se conservaban fragmentos de esas misivas, ... un trozo de aquí y otro de allá. Alguien intentó, sin malas intenciones y sólo procurando recuperar las enseñanzas de Pablo, recogerlo todo. Aquel compositor de la obra de Pablo hizo lo que pudo, pero más bien dejó un churro. Pablo pasa de llorar a estar alegre, de felicitar a la comunidad a corregirla y luego darle las gracias. Ese Pablo resultante claro que es un esquizofrénico, pero no es el genuino Pablo.

Si San Pablo viese ahora la segunda carta a los Corintios se sentiría como un obispo que haya realizado unas declaraciones a la prensa, o que hubiera escrito una carta pastoral sistemática y con las ideas muy ordenadas, y que los periodistas (por ignorancia o por tendencia antieclesial) hubieran sintetizado facilonamente en cuatro tópicos, o en la que las ideas fuesen entresacadas de contexto.
San Pablo topó con algo así como con un periodista que difundió su obra. San Pablo nunca pensó que sus cartas se leerían en la Iglesia Universal 2000 años después sin pagarle derechos de autor. Es posible que se pusiese rojo si así lo supiese. Lo de piratear no es algo nuevo, en la Iglesia lo llevamos haciendo 2000 años con la obra de San Pablo. San Pablo escribió a los Corintios (para los corintios), y su obra se ha vendido más para todos que una exclusiva de los “malayos”. Bueno ha sido, pero leámoslo pensando que fue una carta para los Corintios, así se enuncia antes de leerla en la liturgia.
Eso sí, algunas cartas de Pablo son coincidentes, Pablo utiliza fragmentos de otras cartas que le sirven para comunicar lo mismo a otra comunidad. Y lo mismo que hay cartas que responden a la situción concreta y específica de una comunidad, las hay que valdrían para cualquiera de las comunidades, y en las que el nombre a la comunidad a la que va dirigida está hoy en duda por la crítica textual, que no está de acuerdo en atribuir como destinatario esa carta a la comunidad a la que tradicionalmente se le ha atribuido.

EN EL SIGLO I NO HAY CRISTIANISMO SINO UN SISTEMA CRISTIANO

Bruce Malina, G. Theisen, J. D. Crossan y muchos más expertos en sociología del cristianismo defienden esta teoría que yo también apoyo desde mis conocimientos de las primeras comunidades, y en concreto, de la comunidad del evangelio de Juan en su controversia con el mundo judío.

En el siglo I el cristianismo se estaba formando. Nos encontraríamos en los momentos históricos más apasionantes de nuestra existencia cristiana. Se trata del momento en el que los cristianos han de tomar conciencia de que son una realidad diferente de la judía. La expulsión de la sinagoga y la denuncia por parte de los rabinos de la sinagoga hacia aquellos que confesaban a Jesús como Mesías, será determinante para que el nuevo grupo que esta naciendo se comprenda como una realidad nueva. ¿Cuándo se habrían comprendido como una religión nueva?

En el cristianismo del Siglo I, muchas fueron las comunidades en el entorno del Mediterráneo. Todas seguían el mensaje de Jesús, pero no todas tenían el mismo cristianismo ni la misma posición frente a sus raíces judías. Algunas comunidades desechaban el Antiguo Testamento y todo lo que fuese judío para su propia comprensión como cristianos, otras llegaban a la conclusión de que las Escrituras hablaban de Cristo, y que no se podían comprender sino a la luz de Cristo. Según éstos últimos los judíos tenían un velo en su rostro que no les dejaba vislumbrar el verdadero significado de las Escrituras, y ese velo sólo se lo podían quitar si creían en Cristo. La ceguera radicaba en no mirar a través del Enviado, a través del Mesías cristiano debía percibirse la ley, los profetas y la historia de la salvación.

El cristianismo se estaba formando en el siglo I, cada comunidad fue haciendo su particular camino de descubrimiento de la voluntad del Señor. Cada comunidad tenía sus características propias, incluso su propio evangelio litúrgico, recogido de las propias experiencias con Cristo de los discípulos que las habían fundado. En el siglo I no podemos hablar de cristianismo, sino de muchos cristianismos, que se fueron unificando en “la Gran Iglesia” a finales del siglo I, formando nuestro cristianismo actual. Algunos aceptaron a esa Gran Iglesia, e incluso corrigieron algunos de sus errores o diferencias de comprensión iniciales, para adherirse a la Iglesia que nacía con el deseo de ser, UNA.

El Evangelio de Juan es un claro ejemplo. Los seguidores del Discípulo Amado, al final del siglo I, se adhieren al líder fallecido pero fundante de la Gran Iglesia: Pedro. Surge así el último capítulo del Evangelio donde Pedro afirma tres veces lo que tres veces negó, y donde se presenta como el que apacienta todas las ovejas en un único rebaño y con un único Pastor.

Por este motivo, los técnicos prefieren mirar el cristianismo del siglo I más bien como un sistema de cristianismos diferentes, con sus diferencias, pero con sus orígenes y fines comunes claros en Cristo.

Esto supone una nueva definición de cristianismo. El cristianismo sería el sistema religioso que se formó en la segunda mitad del siglo II desde distintas corrientes que tuvieron su lugar de origen en Jesús de Nazaret.

El movimiento de Pablo, como el de Juan, o el de otros apóstoles y discípulos de Jesús, habría que ubicarlo dentro de esa enorme variedad de “cristianismos” que estarían formando el “sistema cristiano” del siglo I.

Esto suponía una enorme creatividad, y un tremendo sentido común. Ese fue el papelón de San Pablo, y el de tantos iniciadores de las comunidades cristianas. Y eso tenemos que valorarlo de un modo muy, muy especial. Jesús no había dejado todo “atado y bien atado”, por suerte. Su espíritu acompañó a aquella Iglesia y acompaña hoy a la nuestra. La gran labor que llevaron a cabo en la puesta en marcha del cristianismo y de la Iglesia como Gran Comunidad de comunidades, fue excepcional. Así debemos valorar también el papel de Pablo, y desde esta perspectiva hemos de leer la obra de San Pablo.


EL PROBLEMA DE LAS FUENTES. LA AUTOBIOGRAFÍA DE LAS CARTAS VERSUS LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

No es lo mismo leer la historia de San Pablo contada por los Hechos de los Apóstoles, que le dedican buena parte de su obra a contar la conversión, los viajes de Pablo, su afán misionero, ... que unas cartas que nos dejan entrever parte de la vida de Pablo, especialmente en la Carta a los Gálatas, donde tenemos una autobiografía por primera vez. Pero debemos desconfiar siempre de la mirada exaltadora de los discípulos que pusieron mano en las propias cartas de Pablo, para enaltecer a su fundador. Pablo no fue engreído, al contrario, y sería ingenuo pensar que se alabó tanto a sí mismo como aparece en sus cartas. Toda comunidad de monjas dice excelencias de su madre superiora, eso sí, muchas veces cuando ya se ha muerto.

Los Hechos no reflejan la Iglesia real, sino la ideal, por lo tanto muestran a un Pablo que se pone al servicio de la Gran Iglesia... y se liman las asperezas de los desencuentros.

Comprender a Pablo necesita mirar con visión crítica las dos fuentes que tenemos de su persona. No podemos hacer una biografía partiendo de una sóla de estas fuentes sin utilizar la otra. Y crear una biografía significa hacer una utilización crítica de las fuentes, siendo conscientes de la intención solapada e interesada que cada una de ellas guarda en sí misma.

¿EVANGELIZACIÓN A LOS GENTILES?

El pueblo judío era el pueblo elegido, y por lo tanto el destinatario fundamental del mensaje del Mesías. Según fue pasando el tiempo, fue surgiendo la opción que yo llamaría de los Reyes Magos, es decir, que también los pueblos venidos como los Reyes Magos, de un lugar lejano, diferente del pueblo judío, honrase y reconociese a Jesús de Nazaret.

El concepto Universal de Evangelización pertenece a ese segundo momento de conciencia de que el mensaje del Maestro es universal: Id y bautizad a todos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Siempre se nos ha dicho que mientras Pedro optó por una evangelización hacia el mundo judío, Pablo fue el apóstol de los gentiles.

Hay algo que no coincide en el rompecabezas. Si leemos las cartas de Pablo hay mucho personaje y concepto religioso judío, como para que un gentil comprendiese el mensaje. Si Pablo se expresaba para gentiles, por qué hablar de Abrahám, y de tantos conceptos judíos. Por qué remitirse a las Escrituras para presentar el mensaje de Cristo. El tono de Pablo, si realmente se dirigía a los gentiles, tenía que tener más el estilo de Marcos. ¿Podemos fundamentar toda esa presencia simplemente en las raíces judías de Pablo?

J. D. Crossan afirma que San Pablo no tenía como interlocutores sólo a los gentiles. No fue tan simple.

Existían en aquel mundo muchos paganos que eran considerados prosélitos del judaísmo, pero que no eran judíos de raíz ni origen. Eran judíos de segunda. Simpatizaban con el mundo judío, acudían a la sinagoga, les gustaban las costumbres y contenidos del judaísmo, pero el celo de los judíos por sentirse pueblo elegido los relegaba a un segundo plano.

No fueron pocos en un Imperio Romano politeísta, donde la opción monoteísta del pueblo de Israel, resultaba curiosa e interesante. Por otra parte los mandamientos del pueblo de Israel eran un manual de conducta atrayente para muchos.

Esos fueron los verdaderos evangelizados de Pablo. Esto justificaría la rápida expansión de su mensaje. Como dice Crossan, los railes del tren ya habían sido tendidos por los judíos previamente, sólo había que arrancar la locomotora sobre ellos.

Pablo encontraría un huerto muy, muy abonado para la expansión de su evangelio. Esto justifica también el hecho de que a Pablo lo odien los judíos, lo persigan, e incluso lo dejen casi muerto en la región de Iconio. Pablo era una competencia deshonesta. Se les estaba llevando la clientela.

Estos serían, por lo tanto, cruciales para comprender a Pablo. Los Hechos de los Apóstoles los denominan “temerosos de Dios” o “adoradores de Dios”. Eran paganos pero admiraban la cultura judía, asistiendo a la sinagoga los sábados. La preocupación de la mujer de Pilato, que los apócrifos denominaron como “Claudia Prócula”, no era por un cristiano, sino por un judío. Ella también pudo haber pertenecido a esa corriente de simpatizantes con los judíos.

Pablo sabía que los judíos convencidos no aceptarían al Mesías que se presentaba en la figura de Cristo, pero sí los paganos que andaban buscando a Dios y por lo tanto tenían necesidad de Dios.

Eran personas muy motivadas, que estaban buscando a Dios en sus vidas, estaban abiertos como ningún otro público a la evangelización. En Hechos y en las cartas se nos dice que a Pablo lo seguían muchos.

Hoy no evangelizamos porque no tenemos gente abierta a la evangelización. Están abiertos al dinero, y a muchas dimensiones que “molan” de la vida. Pero como que falta el humus de gentes “abiertas a la evangelización” en nuestro ámbito Europeo. Por eso hablamos de “Nueva Evangelización”. Puede que en Pablo tengamos muchas claves para saber cómo llevarla a cabo.
Xabier Martínez

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