Sugerencias para las Primeras Comuniones
En torno a la celebración de las primeras Comuniones existe con frecuencia un negocio económico que las convierte en una carga social. Se trata de elementos añadidos con el tiempo y la costumbre que distan muchas veces del mensaje evangélico y sus consecuencias. Debemos, por tanto, alertar a la comunidad cristiana en general, y a los padres y catequistas en particular, para que no caigan en las redes del consumismo y se recupere la autenticidad y sencillez evangélica de estas celebraciones.
La primera Comunión no es un hecho aislado. Se inserta dentro de un proceso que llamamos la ‘Iniciación cristiana’ que está dirigida a ‘formar cristianos’. Se trata de ayudar a incorporarse a una comunidad que vive conforme a un estilo evangélico y que celebra la Eucaristía como elemento esencial de la vida cristiana. La meta de la catequesis y de la Iniciación cristiana es la vida entera del cristiano. La recepción por vez primera de la Eucaristía ha de revestir el máximo sentido cristiano y ha de ser una auténtica expresión de fe. En una palabra, lo que buscamos es que la celebración de la primera Comunión sea para el niño, por encima de todo, una vivencia religiosa y de acercamiento a Dios. La primera Comunión no ha de ser la última porque la primera Comunión no es final, sino comienzo. De hecho, en otro momento del camino catequético tendrá lugar la Confirmación.
Nada impide que la celebración de la primera Comunión sea una fiesta. Es evidente que ese día ha de ser gozoso y festivo; hay que celebrarlo de modo especial. Pero hay que evitar extremos y cosas superfluas. En la celebración litúrgica no es bueno que haya cosas espectaculares que la hagan demasiado lejana de lo que luego será la Eucaristía dominical. Habrá de evitarse, en lo posible, el movimiento de fotos y de vídeos, la teatralidad de las ceremonias o de los símbolos. Está bien que sea una fiesta, pero una fiesta de fe.
Siempre, pero especialmente en este momento de fuerte crisis económica, pido a los padres con humildad pero con firmeza que no caigan en la espiral consumista. El excesivo lujo en la comida y en los trajes, los regalos muy caros, los gastos desorbitados que incluso las familias necesitadas se ven obligadas a hacer para no ser menos que los demás, van en contra de lo que la Eucaristía representa. Son ostentación y desprecio de los pobres, olvido de la sencillez del Evangelio. Una cosa es hacer fiesta gozosa y otra muy distinta el excesivo lujo y la complicación de una fiesta que desvía y distrae de lo más importante y central del acontecimiento que se celebra.
Como gesto de caridad y cercanía a los más desfavorecidos sugiero que en el Ofertorio de las Misas con primeras Comuniones se presente el resultado de una colecta que se entregará a Cáritas para que pueda atender las necesidades más urgentes. Lo he visto ya en algunas parroquias, me gustaría que todos colaborásemos para que se extienda a todas las de nuestra Diócesis.
+Manuel Sánchez Monge, Obispo de Mondoñedo-Ferrol
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