Domingo VII T.Pascual. Ciclo B
Hch 1, 1-11; Sal 46, 2-9; Ef 1, 17-23; Mc 16, 15-20
Con la solemnidad de la Ascensión del Señor vamos ya acabando este periodo del año litúrgico de la Pascua, tiempo de encuentro con el resucitado. Y la resurrección es la fuente de donde mana el mandato de Jesús del evangelio de este domingo: “id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Por decirlo de algún modo, el tiempo de Jesús, como presencia física, se va acabando y va dando a los apóstoles las últimas recomendaciones, las últimas enseñanzas, las últimas vivencias, para ser enviado a la misión.
A partir de ahora es el tiempo del Espíritu y de la Iglesia. Ésta, iluminada, guiada y sostenida por el Espíritu, ha de responder a tanta gracia recibida anunciándola a toda la tierra.
El Evangelio no puede ser algo que se quede en nuestros adentros, exclusivamente para nuestra interioridad; de lo contrario nos asemejaríamos a los apóstoles que en la lectura de los Hechos se quedan alucinados ante la ascensión de Jesús; el Evangelio quiere y deber ser publicado y pregonado a todos los hombres, precisamente porque es Buena Noticia.
Por eso, esta solemnidad es un recordatorio para todos nosotros, discípulos del siglo XXI, de que nuestra vida ha de ser un continuo pregonar por todas partes el Evangelio, la esperanza a la que Dios nos llama, la riqueza que recibimos de Él (2ª lectura). Desde la alegría serena de la resurrección de Jesús, la Iglesia recoge el testigo de Jesús y continúa su tarea salvadora en medio del mundo. Tenemos la gran responsabilidad todos los cristianos de ser entre los hombres “sacramento” del amor de Dios y de la salvación que Él ha obrado en Jesucristo. Así que no podemos quedarnos dormidos como los apóstoles en Getsemaní, ni dejarnos amilanar porque desde muchas instancias se nos diga y casi se nos obligue a permanecer encerrados en nuestras sacristías.
Hemos de salir al mundo, impulsados por el Espíritu, y evangelizar a los hombres con la fuerza de la Palabra de Dios y de nuestro ejemplo de vida. Buen domingo y buena semana.
Andrés Pérez, sacerdote de la Diocesis de Malaga
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