Domingo I Adviento. Ciclo B
Is 63,16b-17; 64,1-8; Sal 79, 2-19; 1Co 1, 3-9 Mc 13, 33-37
Comenzamos este domingo el Adviento, un tiempo cargado de esperanza. Y abrimos un nuevo año cristiano, el ciclo B de la Liturgia.
Durante este tiempo se nos invitará constantemente a estar vigilantes, a desear con ardor la venida del Señor / a confesar nuestros pecados y pedir perdón de ellos / a mirar a la vida con los ojos de la fe, para descubr ir la presencia del Señor que viene…
Pero si echamos una vista a nuestro al rededor nos daremos cuenta que quizás hasta nosotros mismos estamos de vuelta de casi todo, ya no esperamos ningún Salvador y lo peor es que a veces pensamos que no necesitamos que Dios nos ayude, que por nosotros mismos podemos valernos. Ya nada más lejos de la realidad…
Con nuestro saber científico hemos logrado que los tullidos anden, que los sordos oigan, que los ciegos vean…, hemos arrancado frutos abundantes de los desiertos, y hasta hemos escalado los cielos… cantando así, no la gloria de Dios, sino la gloria del hombre…
Muchos piensan que ya Dios no es necesario, se arreglan sin Dios y hasta es posible que algún día resucitemos a los muertos…
Y sin embargo nos hemos vuelto violentos, acudiendo a la guerra para defender la paz… Cada vez ampliamos más la distancia entre los países ricos y los países pobres…
Nos vemos amenazados continuamente, y es que, conocemos lo que es el bien, pero nos falta fuerza y voluntad para cumplirlo…
Toda la ciencia unida no puede ni podrá nunca producir ni una migaja de AMOR, ni una gota de ALEGRÍA.
No nos damos cuenta de que, sin Dios todo carece de sentido; la muerte hace inútil todas nuestras conquistas y esperanzas…
Pero un creyente, que observa todo esto a su alrededor, tiene que ser consciente de que la vida tiene sentido, y de que amar es una forma de mantenerse a la espera. Por eso, hay que vivir con honradez, limpieza y transparencia, siendo generosos y alegres con todos… para que si viene el Señor en cualquier momento nos encuentre siempre vigilantes, atentos…, preparados…
El Señor vino y vendrá… pero sobre todo, el Señor está viniendo a tu vida en cada instante… ¿no lo notas…? Si no es así, es que tienes frío el corazón y el espíritu… ¡Ven Señor Jesús! ¡Que cada uno de nosotros abra su corazón y su vida a tu venida! Porque de corazón: ESPERAMOS TU VENIDA.
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