ANTE
LAS PRIMERAS COMUNIONES
Para todos los cristianos la Primera Comunión es un acontecimiento
verdaderamente importante en su vida. Desde luego es un día gozoso. “Para muchos cristianos –escribió el papa
Benedicto XVI en SC 19- este día ha
quedado grabado en la memoria, con razón, como el primer momento en que, aunque
de un modo todavía inicial, se percibe la importancia del encuentro personal
con Jesús”.
Lo importante es el sacramento, no los regalos que van a recibir los
niños. Por eso es necesaria una buena preparación que ha de consistir en:
Una catequesis adecuada a su edad tanto por parte de la familia como por
parte de la parroquia:
· Una iniciación en la
oración y en la liturgia.
· Un esfuerzo por un comportamiento coherente con la fe cristiana. No se puede creer una cosa y vivir la contraria.
· Y, sobre todo, fomentar un deseo personal y gozoso de recibir a Jesús en la
Eucaristía.
Por lo que se refiere a la celebración litúrgica de la Primera Comunión
creo que debemos evitar a toda costa caer en la teatralidad. La celebración de
las Primeras Comuniones no puede ser una
celebración absolutamente distinta de la Misa de los domingos. Porque precisamente ha de introducir en la participación asidua en la
Misa dominical. La fiesta de la Primera Comunión se ha de celebrar con fe, con
fervor, pero también con austeridad.
Porque, efectivamente, en ocasiones, con motivo de la Primera Comunión, algunas
familias se dejan guiar por los compromisos sociales y se embarcan en regalos y
gastos exagerados. Hoy, este planteamiento, que siempre está mal, resulta
escandaloso. Tenemos 6.200.000 de parados en España. Las familias en las que no
entra ningún salario en casa o las que viven de la pensión del abuelo o abuela,
no pueden entender comportamientos como éste. Sobriedad y sencillez no están reñidas con alegría y
celebración gozosa. Yo recomendaría –como se hace ya en algunas
parroquias- que los niños de la Primera Comunión, de sus propinas, ofrecieran
una limosna considerable a Cáritas como expresión de compartir con los más
pobres. El momento del Ofertorio dentro de la Misa es el más adecuado para este
hermoso gesto.
Hemos de poner de manifiesto que la alegría de los cristianos no brota del
derroche y de los gastos superfluos, sino que nace más bien de ser conscientes
que a Dios lo tenemos tan cerca, que quiere habitar en nuestro corazón. La
fiesta puede ser bonita pero sencilla. No es necesario hacer grandes gastos. Lo importante es que ese día haya mucho
amor en el corazón de todos y una gran fe en Dios que se acerca a los niños
y a sus familias.
Y después de la Primera Comunión,
¿qué? Esta es la gran pregunta que hemos de hacernos si
queremos ser honestos. Pues lo primero de todo seguir participando en la
Eucaristía, sobre todo los domingos. No puede ocurrir que la Primera Comunión sea para
algunos niños desgraciadamente la última. No es un
punto y final, sino un punto y seguido para completar la llamada iniciación
cristiana. La catequesis con vuestros hijos continúa para que se formen en la fe con la catequesis de postcomunión o bien para que se preparen
para celebrar en su momento la Confirmación.
† Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol
En
Ferrol, viernes 3 de mayo de 2013
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