ACTITUDES
CRISTIANAS ANTE
UN
DRAMA SOCIAL
Más
de seis millones de personas, exactamente 6.202.700 según las cifras que da la Encuesta de Población
Activa, es decir el 27,1% de la población, viven en España en situación de
desempleo. Es un dato escalofriante. El 57% de nuestros jóvenes en edad laboral
no encuentran trabajo entre nosotros. Los parados de larga duración crecieron
un 21%. Los hogares donde no hay ingreso alguno por parte de sus miembros en
edad laboral se acercan a los 200.000. Las expectativas a corto y medio plazo
no son muy halagüeñas. El paro no bajará del 25% hasta el 2016 y no se empezará
a notar el crecimiento en la economía española hasta 2014. En Galicia,
concretamente, son 93.000 los hogares donde no entra ningún salario. Cuatro de
cada diez personas carecen de trabajo fijo o temporal.
Ante una situación
como ésta, nuestra primera actitud es la
cercanía, la comprensión y la ayuda a las personas y familias que viven el
drama del paro. “El desempleo, e
incluso el subempleo, constituyen un mal, y muchas veces una verdadera
calamidad social”, dijo el papa Juan Pablo II[1].
El paro provoca dramas económicos por la dificultad de sacar adelante la
familia, dramas morales y psicológicos por la frustración y la dependencia que
generan en el desocupado la sensación de inutilidad, la pérdida de autoestima y
la percepción de los familiares que tal vez atribuyen esa circunstancia a la
incapacidad y a la falta de iniciativa del que está en paro.
La segunda actitud
es advertir que no todo se debe a la
crisis económica que padecemos y de la que nadie quiere hacerse responsable.
La crisis no es fundamentalmente causa, sino
consecuencia. Es fruto de una ideología, de una manera de vivir que antepone
las cosas a las personas y el mercado a la ética. Es un paso necesario dentro
del proceso de deshumanización que va recorriendo nuestra sociedad globalizada,
por la vía de despersonalizar el trabajo humano, que siempre, ante todo, debe
ser principio de vida. Nos lo recordó Benedicto XVI: “La dignidad de la persona y las
exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones
económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable
las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del
acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan”[2].
No es correcta una concepción de la libertad separada de la verdad y del bien,
y desfigurada por el individualismo, y el materialismo práctico que ve en la
vida solamente una realidad productiva y agradable, y que considera inútil el
sufrimiento e injustificado el sacrificio por los demás.
La
situación actual exige una reflexión serena y audaz sobre el sentido y los
fines de la economía. La doctrina social de la Iglesia , que brota del
Evangelio, ofrece especialmente en este punto su dimensión sapiencial para
descubrir nuevas perspectivas. En la situación en que nos encontramos, es
necesario dar respuestas solidarias desde los diferentes ámbitos de la
sociedad, saliendo de caminos trillados para transitar por otros nuevos
donde abunden la justicia, la
solidaridad y el respeto a la dignidad de la persona humana.
Vivir como creyentes en Cristo Resucitado, supone
asumir el estilo de vida de Jesús. Hemos de
anteponer las personas a las cosas. Recordaremos que somos imagen de Dios, que
nos crea por amor. Y que ese amor nos constituye en hijos. Ahí radica la
sagrada dignidad humana. Somos imagen de Dios. De un Dios de Vida. De un Dios
cuyo proyecto de humanización y de vida es la plena realización de lo que
somos, en Jesucristo. Nosotros no podemos hablar de felicidad a costa de otros.
Los cristianos hablamos de felicidad compartida, de felicidad y justicia; de
gloria de Dios y vida del hombre, inseparablemente. Y por ello estamos llamados
por Dios a implantar en nuestra sociedad un estilo alternativo de vida, a
construir un proyecto de comunión, de sociedad, al servicio de ese plan de
Dios, que haga palpable, verificable, que otro modo de vivir es posible.
†
Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol
Artículo publicado en la revista
diocesana DUMIO (Mayo de 2013)