"Haced lo que Él os diga"
Domingo II T. Ordinario. Ciclo C
Is 62, 1-5; Sal 95, 1-10; 1Co 12, 4-11; Jn 2, 1-11
La Liturgia nos adentra en el Tiempo Ordinario que tiene de extraordinario la oportunidad de ofrecernos a todos los bautizados seguir profundizando en el Misterio de Cristo, desde el acontecimiento de la Pascua de Resurrección y Navidad-Epifanía que recientemente hemos celebrado, y vivirlo en el desarrollo de la vida de cada día, todos los días.
Jesús sigue manifestando su gloria con signos eficaces de gracia, de amor. Amor apasionado, alegre, festivo, divino de Dios-Esposo con su Esposa-cada persona-la Iglesia-la Humanidad, engalanada por el Espíritu con variedad de dones, servicios y funciones que facilitan la comunión vocacional, fraterna, de misión para el bien común. En el episodio de la boda de Caná, en Galilea, “misterio de luz” con la presencia de la Virgen María, donde el Señor Jesús es también invitado con sus discípulos, la celebración se hace Fiesta con el “vino bueno” (de la Alianza nueva y eterna), en la que la Madre de Jesús provee el paso de la Antigua (“no les queda vino”) a la Nueva y definitiva Alianza.
El signo realizado por Jesús manifiesta su gloria y al ser contemplado por sus discípulos hace crecer la fe de éstos en Él. En este Año Sacerdotal, donde estamos llamados a explorar y redescubrir la grandeza de este sacramento, perseverando en la amistad de Dios y que nos santifica en la verdad, participar este domingo del banquete Eucarístico que anticipa el banquete del Reino, de las bodas del Cordero, nos hace “contar las maravillas del Señor a todos” y nuestra oración con el profeta se hace misión: “por amor... no callaré, no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia y su salvación llamee como antorcha”.
Juan Manuel Barreiro, sacerdote
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