Acaban de descubrirse en Alemania seis sermones nuevos de San Agustín. Aunque el total de los que conocemos pasa de 500, es sólo una pequeña parte de la producción homilética del Santo, sin duda la más trabajosa en su vida de obispo.
San Agustín durante su vida pronunció una gran cantidad de sermones. La gran mayoría de ellos no han llegado a nosotros, pues de los ocho mil sermones que probablemente predicó (según el cálculo que nos ofrece el especialista Hubertus Drobner), nos han llegado unos 500. En 1996 se descubrieron en
Caridad, limosna y mártires
Se trata de cuatro sermones del todo desconocidos y de dos que hasta ahora se conocían sólo en parte. Tres de estos nuevos sermones desconocidos hablan de la caridad y de la limosna. Otros dos están vinculados a fiestas de mártires; uno dedicado a las Santas Perpetua y Felicidad –tan populares en Cartago, lugar de su martirio-, y otro al no menos popular mártir cartaginés San Cipriano, en el que Agustín se lamenta del comportamiento de los fieles durante la celebración de la fiesta, pues existía la costumbre de visitar la memoria martyrum, los santuarios donde se encontraban las reliquias de los mártires, en este caso de San Cipriano, y de beber hasta embriagarse, como una forma equívoca de venerar al mártir. El último de los seis sermones trata de la resurrección de los muertos. Los sermones serán publicados en la revista austriaca Wiener Studien. Zeitschrift fuer Klassische Philologie und Patristik und lateinische Tradition, volumen 121 y 122.
Catequesis del Papa
El papa Benedicto XVI le ha dedicado a San Agustín recientemente, cinco de las catequesis que hace en las audiencias generales de los miércoles. En una de ellas ha recordado que el Santo ponía un gran interés en la predicación, aunque él hubiera preferido vivir una vida de retiro y oración: «Así, renunciando a una vida de entera meditación, Agustín aprendió, a veces con dificultad, a compartir el fruto de su inteligencia en provecho de los demás. Aprendió a comunicar su fe a la gente sencilla y a vivir así para ella, desarrollando sin cansarse una actividad generosa y pesada que el Santo de Hipona describe así en uno de sus bellísimos sermones: ‘Continuamente predicar, discutir, reprender, edificar, estar a disposición de todos, es una carga ingente, un gran peso, una inmensa carga’. Pero este peso concluye el Papa lo tomó sobre sí, sabiendo que de este modo podría estar más cerca de Cristo. Sabiendo que se llega a los otros con simplicidad y humildad; esta fue su verdadera segunda conversión».
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